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ORLANDO DICE...

El primer block del muro

No se conoce identidad ni detalles, será cosa de hoy cuando el ministro de Sa­lud visite a la Dirección de Ética y entregue el expe­diente completo.

Un funcionario medio cobraba a com­pañeros del partido con menos suerte pa­ra gestionarles empleos. Solidaridad a la vista, solo que no era gratis.

La situación es interesante. El ministe­rio público tiene hambre y la justicia ve la comida lejos. Conviene satisfacer el ham­bre y la comida se acerque.

Las implicaciones saltan a la vista, y ha­cia adentro e igual hacia afuera. El nego­cio cesará o habrá de disimularse, pues de seguro que el develado a medias no es el único caso.

La impaciencia tiene un costo, y el cos­to puede ser variado, pero una de sus for­mas es la corrupción. Lo que no se consi­gue por las buenas, entonces a las malas.

Tal vez el ministro se haya precipitado, como el Papa de Roma que destituyó un cardenal por uso indebido o favorecer a familiares con recursos de la Iglesia.

Que la corrupción asome en el nuevo gobierno es un golpe a la cruzada mora­lizadora que se promueve y cuya pólvo­ra seca no es suficiente para producir un gran fuego.

La corrupción es corrupción no impor­ta el tamaño, pero si se gastan municio­nes en palomas mansas de parque o en garzas, cuando aparezcan los halcones que están a la espera para dar sus zarpa­zos, no quedarán balas en la recámara.

Además, no puede perderse de vista lo principal. La culpa es de la cúpula del PRM o de los responsables del gobierno que no prestan la justa atención al reclamo.

El país tiene miles de problemas de los que debe ocuparse la flamante adminis­tración Abinader, pero el PRM que ganó las elecciones, tiene uno: nombrar en un cargo público a los gestores de campaña.

Ese inconveniente pudo verse en tiem­pos de elección, o de transición, y por tan­to, se le pudo salir alante. Cuando era manejable.

Ahora parece imposible, y la soga se rompe por lo más delgado. Como en toda herida descuidada, el pus agrava.

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