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MIRANDO POR EL RETROVISOR

Cortantes cuando se trata del respeto

Era jugador de baloncesto de la categoría minibasket en el Club Deportivo y Cultural Los Pioneros, en el sector Villas Agrícolas de la capital.

Es un club fundado el 27 de febrero de 1972 y del cual llegué a ser luego presidente en dos ocasiones.

Teníamos práctica ese día, pero con un nuevo entrenador. Era Rafa Figuereo proveniente de una familia, al igual que la mía, amante de la disciplina del aro y el balón.

Nos juntó en el centro de la cancha donde colocó dos pelotas que usábamos para entrenarnos, se presentó y de inmediato nos mandó a correr alrededor del rectángulo.

Lo que siguió fue una hora de puro ejercicios mientras el grupo de mozalbetes observábamos ansiosos las pelotas de baloncesto, a la espera del momento en que podríamos usarlas. “Hoy no tocarán los balones”, dijo el entrenador al final de la extenuante práctica, con la reflexión de que un jugador, además de las habilidades, debe lograr una adecuada condición física para descollar con éxito en cualquier deporte.

A partir de ese momento las prácticas fueron 50% ejercicios y el otro 50% técnicas de baloncesto para mejorar nuestras destrezas. Fue una desilusión para chicos que anhelaban tener en las manos una pelota de baloncesto el mayor tiempo posible, pero luego comprobamos sus beneficios porque logramos más victorias en partidos a partir de ese momento. Logramos tener más resistencia que nuestros contrarios.

El equipo de niños respetó sin chistar las reglas del nuevo entrenador, quien fue tajante con su cumplimiento.

Esta semana leía la Santa Biblia en el libro de Jeremías, capítulo 35, donde Jehová encomienda al profeta ir con la familia de los recabitas, llamados así por su antepasado Recab, a ofrecerles que tomaran vino en uno de los salones del templo.

Jeremías colocó jarras llenas de vino y copas delante de los recabitas y les dijo: “Beban el vino”, pero su respuesta fue cortante: Nosotros no bebemos vino porque nuestro antepasado Jonadab, hijo de Recab, nos lo ordenó, diciendo: “Jamás beban vino ustedes y sus descendientes”.

Jehová se maravilló con tal firmeza conservada de generación en generación y su promesa a los recabitas a través de Jeremías fue que “siempre habrá a mi servicio un descendiente de la familia de Jonadab hijo de Recab”.

Situaciones similares nos llegan en diversos ámbitos de nuestras vidas. En el plano laboral, las relaciones de pareja, el manejo de dinero puesto bajo nuestras responsabilidades y la relación padres-hijos, para solo citar esos ejemplos.

Me encantan las dos lecciones del episodio que viví como un bisoño jugador de baloncesto y el ejemplo de los recabitas cuando fueron compelidos a tomar vino: El respeto a la autoridad y las normas, así como la actitud de rechazar de manera cortante una propuesta en contra de nuestros principios, valores y de la lealtad.

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