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VIVENCIAS

Stefan Zweig, la agonía de la fe

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Juan F. Puello HerreraSanto Domingo

El 23 de febrero de 1942 pone fin a su vida Stefan Zweig hecho inexplicable conociendo al autor de La piedad peligrosa, para quien, “la única piedad es la creadora, que sabe lo que quiere y está decidida a perseverar hasta el límite extremo de las fuerzas humanas” (México: Editora Latino Americana, 1956, p. 200).

Decisión que sorprende cuando escribe en Sigmund Freud. “…gracias a Freud se ha comprendido por primera vez, en sentido nuevo y activo, la importancia del individuo, el valor único e irremplazable de toda alma humana” (México: Editorial Diana, 6ª, edición, 1963, p. 189).

Zweig paso por alto lo que Arthur Schnitzler poeta vienés contemporáneo de Sigmund Freud (íntimo amigo de Zweig) refiere sobre las virtudes que en realidad son tres: la objetividad, el coraje y el sentido de la responsabilidad; por igual, lo que ya había analizado sobre el psicoanálisis donde el hombre toma conciencia de su instinto, en cambio en el análisis existencial toma conciencia de lo espiritual o existencial (Viktor E. Frankl, El hombre en busca del sentido último, Buenos Aires: Paidós, 1999, p. 32).

La destrucción de la propia vida no fue valorada por Zweigh, como tampoco el sentido del sufrimiento, porque si bien el suicidio es una decisión individual, resulta a veces difícil aceptar que esta libertad no sea considerada una mala decisión.

Entiendo que el futuro le pertenece a Dios, porque él implanta sus sueños en éste, y aunque oculto para nosotros, a través de la fe podemos alcanzarlo junto con todo lo que lleva implícito, principalmente sus bendiciones.

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