ORLANDO DICE
El que jura, el que perjura
Las declaraciones juradas de los funcionarios salientes se dan al mismo tiempo que la de los entrantes, y no se sabe todavía cuándo terminará el proceso, ni cuál de los dos gobiernos registrará más faltantes.
Lo bueno del acontecimiento es que esta rendición de cuenta se suscitó y produjo como un fenómeno y que por primera vez hubo hasta apresuramiento.
Siempre pensé, y sigo pensando, que el relajo de no informar de los bienes propios era culpa del Ejecutivo que nombraba y consentía la situación.
De que así como se pedía o entregaba un currículo, debía hacerse con la declaración jurada: un decreto a cambio del registro de propiedades.
Ahora se hizo, y no porque exista una ley que obliga, ni porque los nuevos titulares sean más honestos o transparentes, sino por que el presidente Luis Abinader colocó una espada a pender sobre la cabeza de sus colaboradores.
Un simple pronunciamiento, que ni siquiera una medida administrativa, fue suficiente para que los incumbentes de ministerios y direcciones generales se pusieran la pila y actuaran en consecuencia.
Aunque el disparo reveló un propósito, la intención era otra. Poner en evidencia a los altos cargos de la pasada administración, de los que sospechan extravíos que deberán ser corregidos.
Si se era drástico con los propios, que no con los ajenos. No podía ser delito ni punitivo confesar las riquezas con las que se llega, pues no peca el antes sin conocerse el después. Que no es el caso del que cesa y debe hacer balance de sus haberes. El ahora posiblemente lo condene, o por lo menos lo haga reo, pues será difícil salir bien librado.
La persecución no cree en cuento y al que lleva marca lo están esperando en la bajadita de la justicia, ignominia incluida.
La prensa informa y hasta se escandaliza de la fortuna de los nuevos, y aunque se publica una que otra de los viejos, no se tienen claras las consecuencias.
Los arqueos serán tantos que desbordarán las entidades responsables. Aunque intriga saber a cuáles primero. Si a los nuevos o a los viejos.