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FE Y ACONTECER

“Cerca está el Señor de los que lo invocan”

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

XXV Domingo del Tiem­po Ordinario 20 de septiembre de 2020 – Ciclo A

a) Del libro del Profeta Isaías 55, 6-9.

La gratuidad de la salvación y del perdón de Dios (tema de la liturgia de este domingo), forma par­te de los pensamientos, planes y caminos del Se­ñor que no coinciden con los nuestros.

Su conducta no es arbi­traria, sino la de un Padre amoroso que sale al encuen­tro de todo el que le busca mediante una sincera con­versión del mal camino, porque Él es “rico en per­dón” y está cerca del que lo invoca. Su misericordia so­brepasa toda justicia huma­na. Ante Dios no hay mono­polios exclusivistas ni tiene lugar la pretensión de mani­pular su libertad conforme a nuestros egoísmos perso­nales.

b) De la carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses 1, 20c-24.27a.

San Pablo estableció la­zos muy fuertes con la co­munidad cristiana de Fili­pos y comparte con ellos sus sentimientos en rela­ción con la alternativa pro­puesta al decir que Cris­to sería glorificado en él, o por vida o por muerte y afirma que para él “el vi­vir es Cristo, y el morir, ga­nancia”. Pocas frases como ésta resumen de mane­ra tan admirable toda la existencia de Pablo, antes y después de su muerte, pues el Señor es el móvil de todas sus acciones y el término de todas sus aspi­raciones.

De ahí que el “morir sea ganancia,” pues es la entra­da en el gozo del Señor, la posesión total de Cristo, no ya por la fe, sino en visión cara a cara. Supuesto esto como verdad fundamental, Pablo contempla las dos co­sas: la vida, trabajando por ganar almas para Cristo, y la muerte, entrando en el gozo del Señor.

c) Del Evangelio de San Mateo 20, 1-16.

Como toda parábola, hay dos aspectos que tener en cuenta para su correcta in­terpretación: la intención original de Jesús al pronun­ciarla y el matiz que poste­riormente recibe de la co­munidad primitiva en que se gestó la redacción que actualmente tenemos. Esto último determina el contex­to eclesial en que San Ma­teo coloca la parábola, con una intención añadida que expresa la inquietud misio­nera de la Iglesia apostólica. Los dos niveles de interpre­tación, en este caso, coin­ciden en la enseñanza fun­damental de la parábola: gratuidad y universalidad de la salvación porque Dios es bueno y generoso.

Jesús proclama la gratui­dad de Dios, que es bondad y misericordia, Dios da parte a todos en su Reino de salva­ción, es iniciativa suya y es Je­sús quien lo acerca al mundo, poniéndolo en marcha, ma­nifiesta con su parábola que los primeros llamados eran los fariseos, fieles cumplido­ res de la Ley, los letrados y es­cribas, y en general todos los judíos. Los últimos, en cam­bio, son los pecadores que Él vino a buscar y que, acogien­do su invitación, entran en el ámbito de la misericordia de Dios. Cada uno llega a la fe en momentos distintos, todos tenemos parte en la herencia del Reino de Dios, que se nos ofrece gratuita­mente.

El cumplir nuestros debe­res religiosos para con Dios y los hermanos no da “dere­chos adquiridos” ni nos hace mejores que los demás. Co­mo los primeros cristianos, los obreros de la primera ho­ra, es decir los cristianos vie­jos y los fieles observantes han de alegrarse de haber si­do llamados pronto al trabajo de la viña, al servicio de Dios; e igualmente han de amar a los de la última hora, porque Dios es bueno y los ama con amor gratuito.

Fuente: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nuestro Pueblo.

B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.

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