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EL CORRER DE LOS DÍAS

Nueva revisión arqueológica (El formativo cultural)

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MARCIO VELOZ MAGGIOLOSanto Domingo

El término “for­mativo” tiene una significa­ción especial: trata del agru­pamiento de signos inteligi­bles en una excavación que pueden interpretarse como el inicio de una cultura.

Las expresiones que en conjunto presentan una unidad capaz de sugerir un modelo cultural, y se repi­ten en diversos sitios exca­vados, pueden sugerir lo que los antropólogos con­sideramos “un formativo”.

Diversos investigadores se refieren con tal designa­ción a los elementos que definen el tránsito de una sociedad de un esquema social nuevo, como sería el paso de sociedades reco­lectoras al modo de la vi­da agrícola, un proceso evolutivo que, dada su ri­queza productiva culmina en la elaboración y manu­factura controlada y en la acumulación de productos que determinan los ricos y crecientes modos de vi­da identificables como un tránsito de costumbres y una renovación de la visión del medio..

Tal concepción puede aplicarse , aplicarse cuan­do tomamos en cuenta un periodo histórico en el cual, fundiéndose valores de raí­ces varias, culminan en una expresión diferente dando forma a un modelo cultu­ral, estableciendo un pa­trón de asentamiento que se asienta en un patrón de asentamiento novedoso donde es fundamental la nueva forma productiva, la variable política o religio­sa.

De este modo el formati­vo puede verse como la raíz formal de la socialización, como el conjunto de he­chos, valores, y provechos familiares que asumen una hibridación, cuando la hay, y que fundan una concep­ción basada en experien­cias tanto suyas como aje­nas.

El “Formativo” arqueoló­gico, como concepto, reve­la por tanto la transforma­ción cultural y social, y es lo que en algunos aspectos pretendemos lo que nos lleva al estudio histórico in­terpretativo “arqueología social” en sociedades sin escritura y aun en las más avanzadas neolíticamente.

Por tanto vale señalar que en la arqueología que busca más allá del docu­mento escrito y cuyos mo­delos se aferran en otras ciencias, existe un núcleo de vida cotidiana que per­mite la identificación de quehaceres y pensamientos para poder enhebrar una ilación de “modos” que ex­plican el pensamiento, las razones sociales y las deci­siones grupales.

Vistas de modo capaz de interpretar sus hechos, es­tas formas sociales, algunas advertidas sólo como fol­clore y curiosidades, apor­tan un sustrato vital que tiene raíces no tocadas por el cientificismo que deja fuera de su análisis el he­cho social considerado mu­chas veces como de “poca monta”, vitalizando así el refrán castizo, de que solo aquello que se realza o que es tan diferente que pue­de notarse “a simple vista” puede aportar algo al análi­sis global de la realidad es­cogida.

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