Santo Domingo 30°C/30°C few clouds

Suscribete

ORLANDO DICE

Desde los molinos

Los francotiradores siguen en el mismo lugar de avista­miento y solo falta saber si con armas nuevas o las viejas engrasadas.

El gobierno no puede pensar en esca­parse de sus disparos, pues se mantiene la insurgencia y dominicanos, ya no un sargento norteamericano, estarán tiran­do desde los molinos.

Tampoco se les puede pedir pruden­cia o paciencia, pues no las hubo con los anteriores mandatarios, y no es que lo que va, viene, sino que esa es la dinámi­ca de la democracia.

El flamante presidente demandó de sus legisladores que conozcan de sus iniciativas, pero no como subordinados, sino ejerciendo sus derechos, cumplien­do sus funciones.

Él respetará la soberanía del Congre­so Nacional y aceptará su independen­cia. La vieja fórmula de que el poder fre­na al poder.

Igual se reunió con periodistas de di­versa condición y filiación, y entre sus muchas interpretaciones, está el reco­nocimiento de la importancia de una prensa libre.

Así vista la situación, observado el pa­norama, sabrá asimilar los ataques que justos o arteros provendrán de todos los sectores. Los propios, los ajenos, pero sobre todo los antagónicos.

Hasta ahora se contaban las pifias, ligeros escarceos, como poner la igle­sia en manos de Lutero, nombrando en Transporte a una persona ligada a em­presa del ramo, o en la Lotería al vocero de las bancas.

Conflicto evidente Lo de monseñor Agripino Núñez fue una novatada, un no medir los tiempos, pues pudo designársele asesor honorífi­co en el mismo decreto que lo relevaba en el CES.

La falta fue subsanada, y tal vez eso sea lo que importe, aunque como los ra­tones que muerden y después soplan so­bre la herida.

Lo que no parece tan fácil es lo de Inapa, y más que error salir a defender lo que se vio y se verá como absurdo. El problema de fondo no es Wellington Ar­naud, ni que sea abogado, sino modifi­car la ley con ese fin.

Mejor no explicar, y menos de la ma­nera que se hace. Con dejar sin efecto el propósito se salva la cara de los concer­nidos, y el Senado puede arreglar la car­ga. Hacerlo, pues.

Tags relacionados