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#ElCambio y las comunicaciones
Si las administraciones del expresidente Medina y sus funcionarios deformaron algo fue la función estratégica de las comunicaciones públicas.
Empezando por los problemas que la Dirección General de Comunicaciones de palacio (DiCom) creó con los medios formales, de mayor penetración, al activar una populista red de “influencers”, apostados tras las redes sociales, desvinculados de los anclajes de la credibilidad y la opinión.
La DiCom impuso su proximidad con el Ejecutivo para intermediar en, e interferir, las comunicaciones institucionales, alegando una unificación discursivo-narrativa que camuflaba los fines propios —exactamente como empezó a usarse en 1982. Confundió, además, aquella coyuntura favorable a Danilo, surgida de la fortaleza relativa de un recién fundado Partido Revolucionario Moderno (PRM) que en el 2016 no contaba cuatro años. Tal realidad obligaba a ese partido a escoger al “enemigo menor” entre sus dos poderosos adversarios: Leonel Fernández y Medina. Así se explican las declaraciones de apoyo al oficialismo de don Hipólito Mejía (2013-2016), evidenciando que el reeleccionismo necesitaba construir a Leonel Fernández en “el enemigo público Número 1”, mediante la embestida legendaria del 2015.
Medina dependía de tal apoyo. Tejió tal alianza con discreción. Para seducir a Hipólito, primero contrapuso, a la negativa de Leonel de sincerar el precio del peso —sobreestimado frente al dólar del 2005 al 2012— la pertinencia del gobierno del fallecido don Antonio Guzmán, a quien don Hipólito agradece y considera su padre, afirmando que su gran logro fue limitarse a fortalecer la democracia, dejando un gran aporte al país.
Piropos para Mejía, candidato del Partido Revolucionario Dominicano que en el 2012 cerraba su campaña ausente y con un spot en que jugaba con su nieto, en el parque Mirador. En tanto, para recabar el apoyo final, Medina le declaraba —con otro spot— lo honroso que sería para él hacer esa gestión de gobierno digna para los dominicanos.
Sobre tal concordato, extendido hacia la organización naciente, Danilo Medina remontó en unas simpatías reforzadas mediante “encuestas”, el populismo sin límite y otras cositas. Crecido desembocaba en las urnas del 2016, al punto que Luis Abinader desestimó, como debía, reconocer el triunfo salido de aquellas circunstancias.
Pero la DiCom creyó que era el resultado de sus redes sociales. Y así, la mayoría de los funcionarios, cuyos equipos comunicacionales fueron atestados hasta convertirlos en gallineros, generando un hacinamiento improductivo, reñido con la básica noción de idoneidad: el mayor irrespeto sufrido por la profesión por gobierno alguno.
A esto se suma que esas “Direcciones Generales” no podían hacer algo sin la “supervisión” de la zarina de las comunicaciones oficiales, la DiCom.
Eso, naturalmente, atrasó y deformó publicitariamente los dispositivos y permitió medrar en sus presupuestos publicitarios. Exceptuando aquellas que podían imponer el respeto a sus funciones internas, por su valor o peso organizacional.
Así, las comunicaciones estratégicas fueron erosionadas y deformadas, reducidas a lo básico: publicidad de funcionarios, mediante entrevistas, conferencias y ruedas de prensa o comunicados pobremente circulados en nota y foto, nada más.
El reto del gobierno de #ElCambio es eliminar tal obstrucción desmotivadora, propiciando la gestión especializada, correcta, sectorial, eficiente y eficaz de las comunicaciones públicas.