VIVENCIAS
No hay mal que por bien no venga
La propensión al mal aún sea en circunstancias adversas y espacios no favorables se repite, no hay reglas, tiempo ni limites, sino un hervidero de fuerzas tenebrosas que le siguen que despertarían la envidia del bribón que nunca puede enmendarse.
Desde el momento que alguien se estrena con un acto de maldad desde ya ha construido un entramado donde quedará aprisionado y del que le resultará muy difícil salir. Con razón se dice que el “campo de la maldad da frutos de muerte”.
En las 120 jornadas de Sodoma el “divino Marques” nos recuerda esto en una respuesta que da Durcel, uno de los personajes, a Curval, sobre las más de cuatrocientas familias reducidas a la mendicidad gracias a él: “Casi siempre, pero con frecuencia solo lo he hecho por una cierta maldad… encuentro en el mal un atractivo lo bastante picante como para despertar en mí todas las sensaciones del placer, y me entrego a él solo por eso, sin más interés que él mismo”.
La naturaleza del mal siempre deja huellas, con su secuela de perjuicios y angustias por la fuerte perversión que le precede, erosionando las relaciones y generando en el que propicia el mal no solo el vivir de sus propias invenciones, sino de mantener el engaño y la simulación como norma de vida.
Con estas conjeturas nada auspiciosas, queda solo por señalar sobre estos espíritus perversos que hacen del mal una virtud, que muchas veces los actos viles realizados en detrimento de otros se convierten a la larga en fuente de bendición.