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ORLANDO DICE…

Al cuco no hubo que llamarlo

Al cuco no hu­bo que lla­marlo como en ocasiones al diablo. Lle­vaba semanas esperando que el caprichoso tuit del presidente electo lo nom­brara. Lo hizo el día cru­cial como regalo de maña­na.

El cuco por tanto estaba preparado para asumir la encomienda de investigar y someter a la justicia a los corruptos del gobierno an­terior y cortar todas las ca­bezas de la impunidad.

Lo más difícil es hacerlo de manera independiente. La propia independencia se ríe cuando la provocan, pues sabe por experiencia propia que no existe ser in­dependiente sobre la faz de la tierra.

Miriam Germán podrá ser una funcionaria ínte­gra, de mucho coraje y gran entereza, y llenar a cabalidad el alto encargo, pero no independiente.

Fue parte de la protes­ta de la calle y anduvo con personas y sectores de agenda conocida. Incluso fue favorecida con un cla­mor nunca conocido. Se demandó de la nueva ad­ministración que la desig­nara Procuradora.

Detrás de tanto interés tiene que haber un desig­nio que puede ser bueno, pero que no es manda­to del cielo, sino deseo de individuos o núcleos que consideran al poder un de­tritus y promueven la mo­ralidad pública.

Luis Abinader se dedi­cará a las funciones funda­mentales de la presidencia creyendo que en buenas manos está el pandero de la justicia, por lo menos en el orden ministerial, sin preocuparse de las im­plicaciones de esa delega­ción.

Si en enero no hay pre­sos y la sociedad civil mili­tante marcha, no será con­tra su gobierno, que puso en manos independientes el sometimiento de los de­predadores de fondos pú­blicos.

¿Aguantará Miriam Germán la presión de sus iguales? Ese sería otro can­tar, pero ella debe saber que el español que asiste a una corrida de toros, quie­re sangre. O del toro o del torero. Es más, entre quie­nes la propusieron para el cargo hubo que lo hicieron con una finalidad poco no­ble. La de concederle una oportunidad de desquite, de cobrarse la ofensa de Jean Alain Rodríguez.

Ella lo sabe, pues dijo: “No me voy a ensuciar mi alma con rencores y senti­mientos miserables”.

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