SONDEO
¿El poder daña a Danilo?
Debido a las frustraciones de los pueblos con políticos a los que les compran las ofertas y convierten en presidentes, pero estos incumplen y engañan, un alto porcentaje de la sociedad ha llegado a la penosa conclusión de que el poder transforma, marea y daña a las personas. El último ejemplo apunta a Danilo y equipo, que cree que cumplió, pero se desdijo y le nubló un “yoismo” que rayaba en rencor, venganza y en una intolerancia que afectó lo bueno que hizo. Aunque el buen referente que es don José Mujica, expresidente de Uruguay, sostiene que “el poder no cambia a las personas, solo revela quienes realmente son” (¿). En campaña muchos candidatos ofrecen hasta el cielo, sin importarles faltar a la palabra empeñada ni como puedan aparecer ante la historia. Como se habla de que lo importante no es como se comienza, sino como se termina, hay casos –como el que nos ocupa, con un Medina que entrega el poder mañana a Abinader– en los que, para la salubridad democrática y el debido respeto a la institucionalidad del pais, quizá hubiera sino mejor no comenzar, para que no terminara de manera lastimosa y con la cabeza baja. Yo, que –de mi bolsillo– le escribí hasta un libro que no agradeció, le creí cordero, y escribí que “tiene un discurso y una propuesta de nación”, frente a otro aspirante que, al amparo de ‘pedir perdón por los errores’ y en espera de ‘una segunda oportunidad’, no dejaba de ser “una amenaza de retroceso”. En verdad, un hombre que al final le buscó el lado a quien podía hacerlo presidente; que expresara: “tocaré todas las puertas para que me ayuden a ganar”, y “no quiero ofensas ni heridas que no se puedan curar”, era para que los propios y los extraños le compraran el discurso. Pero, a partir de la proclama de que “me venció el Estado”, el hombre quedó “con la suya por dentro” y, ya con el poder en manos, no procedió como el estadista mesurado y respetuoso de las reglas institucionales, sino como el simple mortal que da riendas sueltas a las debilidades humanas (¿). Se las fue cobrando hasta a los que nada le debían, porque mejor le habían aportado mucho a su triunfo. Pero además del gran irrespeto y desprecio por la Constitución y las leyes ordinarias, como el caso de la sentencia 168-13 y el de la terminal de la zona oriental, hay decisiones torpes, provocadoras y poco delicadas a horas de entregar el poder (¿). ¿Choque emocional, al descubrir que el poder no es eterno? Nelson Mandela sí lo tuvo claro: “Al salir por la puerta hacia mi libertad supe que, si no dejaba atrás toda la ira, el odio y el resentimiento, seguiría siendo un prisionero”.