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ORLANDO DICE

Ilusión, como el cielo

Un funcionario –electo o nom­brado– debe crear, provocar, generar sus propias expectati­vas. No debe ser el cargo, sino el desempeño.

No le conviene al propio titular, o al superior que lo designe, que sus expectativas sean ori­ginadas por otros, mucho menos por intere­sados. Sean voces o corporaciones.

Algo parecido está ocurriendo alrededor del probable Procurador o Procuradora General de la República del próximo gobierno.

Han puesto la carreta delante de los caballos y sea carga o conductor difícilmente puedan emparejarse en el camino. Para decirlo con palabras de poeta: “Menos tu vientre, todo es confuso. Menos tu vientre, todo es futuro”.

Con razón no hay tuit que lo revele, y aparen­temente será el último, o dejado para decre­to, pues se quiere dar sorpresa con el secreto peor guardado y que a todos come las manos.

La cuestión tiene dos problemas. El primero es que se quiere que sea una figura indepen­diente en un país en que a todo el que nace en el acta le anotan la parcialidad.

El segundo es que su función, al parecer úni­ca, será perseguir la corrupción, en particular la del pasado gobierno.

Aunque ese punto no está muy claro. Si solo se tendrá en la mira los últimos ocho años o también se incluirá los ocho anteriores para un lapso de dieciséis.

El guión lo tendrá que escribir el propio pro­tagonista de la obra, pues al ser independien­te no se le podrá sugerir un teatro cerca don­de pueda exhibirla. La falta de entereza de los Procuradores se le carga al Ejecutivo, y por eso se quiere que entre ambos exista la ma­yor distancia. Aunque institucionalmente sea una situación engañosa que nadie se ocupa de aclarar e intriga el resultado: Te nombro, ni me conoces ni te conozco. Las instruccio­nes te las darán la Constitución y las leyes.

Más bonito ni en la Grecia antigua. Solo que como el cielo ni es cielo ni es azul, y habrá de lamentarse –en algún momento del período– que no fuera verdad tanta belleza.

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