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POLÍTICA Y CULTURA

¿Qué es el Estado zafacón?

El concepto re­creado por al­gunos ana­listas del crecimiento de una clase media podero­sa y estable, una especie de “amortiguador social” de la contradicciones ma­teriales de una sociedad desigual, tenía en sí mis­ma niveles de vulnerabi­lidad visible, insuficiencia orgánica como clase en sí y para sí. Cuantificar co­mo clase media a quienes habían aumentado sus ex­pectativas de vida no en función de niveles produc­tivos, sino parasitarios y consumistas, léase, posi­ciones en consejos de ad­ministración de empresas estatales y los accesos a proyectos tentadores don­de se llega a la riqueza de sopetón o el acceso a suel­dos cuantiosos, prebendas institucionalizadas, ata­jos a maquinarias fantásti­cas de hacer dinero, como son las tómbolas y sorteos públicos, y cuantos nego­cios de intercambios cabe imaginar, no responden al esquema de desarrollo de las fuerzas productivas. De ahí la conversión mediáti­ca en “padres de la patria” de zares y traficantes. To­do reformador social al estilo de Bosch o de Peña Gómez es antigualla y des­fasado, Esa forma de ade­cuación de ingresos perso­nales cambia el estatus de mucha gente, pero no las posiciona en la pirámide social. De ahí los pésimos gustos, la renuencia visi­ble a la lectura, a la músi­ca como género sublime y a la cultura, la simplifi­cación del ejercicio teó­rico a formas primarias, y el reino de la trivialidad que brota por los poros. La idea de un Estado “za­facón” supone visualizar la maquinaria del Estado como el mayor empleador y generador de empode­ramientos materiales. Es­to se traslada a la política como fuente de consecu­ción de objetivos. De ahí la lucha despiadada, el uso de todos los recursos ini­maginables de extorsión moral y disminución del oponente, para preser­var la fuente de sustenta­ción de los gobernantes y evitar la alternabilidad. La fiereza con la cual defien­den su permanencia en posiciones públicas y en otros casos en las media­ciones y empoderamien­tos contractuales, delata sus debilidades troncales. La actual situación de la pandemia pone al desnu­do un país improducti­vo, nos quita la máscara, con todas sus fuerzas sus­pendidas sobre el aparato productivo, en una inercia vegetativa, donde sin em­bargo continúa el finan­ciamiento material de ma­nera continua. Mientras el Estado tendía a desapare­cer en términos clásicos por el impulso múltiple de las fuerzas del merca­do, en nuestro país el Esta­do parasitario suple todas las necesidades para evi­tar un estallido. Se trata de un adefesio. Se acude a las reservas y nuevos finan­ciamientos ilimitados. La imagen del Estado “bene­factor” cuya degeneración es el Estado “zafacón”, ha sido rota en mil pedazos. Una pandemia inusita­da nos desnuda como so­ciedad feliz, nos quita la máscara de la eficiencia y la idea de una clase media rectora, a imagen y seme­janza de la sociedad nor­teamericana de los años 50 del siglo pasado. Es evi­dente que el país necesita de un cambio drástico, no de parchos ni de medias tintas. Es el modelo que hay que cambiarlo. Modi­ficar el legado del PLD a la luz de un proceso social de eficiencia administrativa, desarrollo social y erra­dicación de la corrupción galopante desde el “Esta­do zafacón”.

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