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FE Y ACONTECER

El tesoro más valioso es el Reino de los Cielos

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Cardenal Nicolás de Jesús López RodríguezSanto Domingo

XVII Domingo del Tiempo Ordinario 26 de julio de 2020 – Ciclo A

a) Del Primer Libro de los Reyes 3, 5. 7-12.

La figura de Salo­món cuya gran­deza es indiscu­tible, aparece en esta lectura, de él se destacan tres face­tas: sabio, constructor y rico, llevándose la preeminencia la sabiduría, como se puede constatar en la escena de su vida en la que vemos a Dios ofreciéndole un regalo en un sueño y ante la respuesta de Salomón, Él le hace una pro­mesa: “… te doy un corazón sabio de inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti”, como nos lo señala el libro de los Reyes en varios de sus capítulos. Esto es un ejemplo de cómo en el curso de la historia de la sal­vación Dios concede los me­dios necesarios para realizar sus divinos propósitos.

b) De la carta del Após­tol San Pablo a los Ro­manos 8, 28-30.

Continuamos con el capítu­lo 8 de la Carta de San Pablo a los Romanos, y el Apóstol hace énfasis en que el pro­pósito y el plan de Dios es­tán presentes en todo lo que le sucede al creyente en Cris­to Jesús, y de ese modo sale al paso de quienes pueden desconfiar del plan salvífico de Dios porque no interven­ga inmediatamente y según nuestros deseos. San Pablo nos invita a tomar concien­cia de que Dios está al control de todo, pero el bien que Dios nos quiere proporcionar só­lo puede realizarse con la co­operación y aceptación de los que lo aman, entendiendo que “Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman”.

c) Del Evangelio de San Mateo 13, 44-52.

Este domingo con estos ver­sículos finales del capítulo 13 de Mateo concluyen el Dis­curso parabólico de Jesús so­bre el misterio del Reino con estas tres parábolas: el tesoro en el campo, la perla fina, y la red barredera. Lo cual tiene como efectos: primero, gozo y alegría por su hallazgo in­esperado (el tesoro escondi­do) o afanosamente busca­do (la perla de gran valor). Y segundo, en ambos casos, los afortunados descubrido­res, llenos de alegría venden todo lo que tienen y compran el campo del tesoro o la perla respectivamente.

Necesitamos la sabidu­ría de Dios para discer­nir la primacía y el valor absoluto de su Reino en nuestra vida, que es el te­ma del evangelio de es­te domingo. El misterio del Reino de Dios fasci­na de tal modo que para el que lo capta en toda su plenitud no existe nada comparable en este mun­do, merece que se le sa­crifique todo, porque es lo único que en adelante dará sentido a la vida en­tera del discípulo auténti­co de Cristo, esto lo con­firma el testimonio y la entrega incondicional de todos los grandes conver­tidos de todos los tiem­pos.

El Reino es el valor supre­mo, por el cual todo sacrificio resulta pequeño, es fe, espe­ranza y caridad en ejercicio; es la máxima exigencia mo­ral cristiana que pide una conversión profunda a Dios y al hermano. En sus pará­bolas del Reino Jesús habla de la salvación con imáge­nes de vida, dinamismo y fe­licidad que tocan a la persona en su núcleo más profundo. Si hemos encontrado el Rei­no de Dios, necesariamente debemos irradiar alegría, tes­timoniar esperanza y conta­giar optimismo. Quien capta el secreto del Reino y asimi­la el mandamiento básico del amor, ha encontrado el teso­ro escondido que le enseña a relativizar todo lo demás y a mantenerse en equilibrio y felicidad.

Mañana en nuestro país celebramos el Día del Padre ¡Felicito y bendigo de cora­zón a todos los padres do­minicanos! Que el Señor les conceda sabiduría para que eduquen con el mejor de los ejemplos a sus hijos y siem­bren en ellos los valores del Reino.

Fuente: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nuestro Pueblo. B. Caballero: En las Fuen­tes de la Palabra.

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