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Sí, seguiré…

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Cristhian JiménezSanto Domingo

Difícil la convi­vencia social y política si la mayoría ig­nora el pacto magno. El caso es más grave cuando se trata de actores de poder.

Los presidentes juran res­petar y hacer respetar la Constitución, pero al primer decreto la hacen trizas. En ocasiones al hacer el anuncio de una futura designación ol­vidan la norma sustantiva.

En muchos casos hay ig­norancia; en otros olímpico desprecio a sujetarse a reglas mayores, anclados en la tra­dición presidencialista domi­nicana.

El policía ve normal “ablandar” y hasta dispararle al “reconocido delincuente”; el fiscal no le reconoce dere­chos porque es “reinciden­te”, aunque no haya recibido condena en firme y el juez no se atreve a resarcir el daño porque al igual que el acusa­dor entienden que “el código es muy garantista” (“y des­ pués la prensas habla”), ol­vidando que las protecciones reposan en la Constitución.

Los periodistas con des­comunal desconocimien­to practicamos la (in) justi­cia mediática, regularmente condenando a priori al in­vestigado o acusado y ejer­ciendo presión sobre fisca­les y jueces irresponsables, echando al zafacón la tute­la judicial efectiva y debido proceso que establece “el de­recho a que se presuma su inocencia y ser tratada como tal”, como consagra la Carta Magna.

“Con la finalidad de for­mar ciudadanas y ciudada­nos conscientes de sus de­rechos y deberes, en todas las instituciones de educa­ción pública y privada, serán obligatorias la instrucción en la formación social y cívi­ca, la enseñanza de la Cons­titución…”. Art. 63.13 de la Constitución.

En 2012, dos años des­pués de proclamada la Cons­titución, el TC y el Ministe­rio de Educación firmaron un acuerdo para promo­ver e incorporar en el siste­ma educativo la enseñanza constitucional, producir un documento en versión es­colar y capacitar a los acto­res del sistema. En 2017 otro pacto para un programa de “Educación Constitucional desde la escuela” a propósi­to del nuevo currículo que priorizaba la enseñanza por competencias. Poco se ha avanzado pese a los desvelos del magistrado presidente del TC, Milton Ray Guevara.

En 2016 Ray Guevara, que urgía la enseñanza cons­titucional, advertía: “si no­sotros queremos una patria más justa, más humana y más segura, tenemos que vi­vir en constitución y para vi­vir en constitución, se necesi­ta conocerla”.

La interesante “Consti­tución comentada” de Fin­jus en 2015 aspiraba a una herramienta ciudadana útil para conocer los derechos fundamentales y las obliga­ciones de los poderes y órga­nos del Estado.

En la presentación de la primera edición, Adria­no Miguel Tejada plantea­ba que “la Constitución es el fundamento de la legiti­midad de los gobernantes” y remataba que “cada artí­culo de la Constitución de­be tener significado para todos los dominicanos, por­que cada letra afecta, de una manera u otra, el destino de cada uno de nosotros”. En­tonces la Constitución de­be, como eje transversal, enseñarse con especial én­fasis a periodistas, aboga­dos, fiscales, jueces, políticos y a todos los que aspiren a puestos de elección popular desde la sociedad civil, (Cur­so especial para usuarios de redes sociales).

¿Cómo es posible que se vote una Constitución en 2010 que establezca como requisito tener derechos po­líticos para ser ministro (Art. 135), y todavía mantenga­mos militares en Defensa y se pretenda continuar con esa práctica?

Si la Constitución estable­ce que “para el despacho de los asuntos de gobierno ha­brá los ministerios que sean creados por ley”, ¿por qué insistir con un “ministerio” Administrativo que no exis­te, que ninguna legislación lo ha integrado?

El presidente electo, Luis Abinader amenaza con vio­lar la norma como sus dos antecesores, según sus tuits-“decretos”.

No, no es personal. Es la Constitución, estúpido. (To­no de BC)

Sí, seguiré embromando con esto. Séptimo año.

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