VIVENCIAS
De la política y la función pública
El descredito es la pérdida de la reputación o crédito que se le puede dar tanto a las personas como al valor o estima de las cosas; concepto que evoca la política sin cultura como una mera “disputa casi zoológica por el poder, y hasta qué punto esta o la forma de hacer política de los políticos no es más que una simple arena de reflectores y no una valiosa plaza de reflexiones”.
Desde esa perspectiva, muchos electores no tienen opción “distinta y distinguible, que aterrados perciben políticos de las excepciones y no políticos de las cotidianidades” ya que todos al llegar al poder se hacen presa fácil de la corrupción, la megalomanía y la soberbia.
Renegar de los políticos es una realidad porque se aprovechan de la ingenuidad del pueblo que confía en ellos y la perversión que es su marca de fábrica. La función pública ha caído en el descredito porque no “modifican su visión y conducta mostrando su lado constructivo” y donde se ha hecho habitual el eslogan que “felicidad…se va”.
Decía santa Teresa que la vida es una mala noche en una mala posada, y eso ocurre con los políticos. Hay mucha gente orando para que Dios ponga su mano, y el que gane tenga una “profunda conciencia de su papel; refleje credibilidad; trabaje por el bien común y no por su propio interés; permanezca fielmente coherente; busque la concordia y la unidad; se comprometa en llevar a cabo un cambio radical; sepa escuchar; y no tenga miedo”.