ORLANDO DICE...
Y si todavía no
En algún momento se pensó, porque la perversidad no duerme, que no se llegaría al día de elecciones, o que de llegarse, sería gateando. El niño de la democracia que nunca crece, o que se quiere chiquito, para que lo carguen.
Sin embargo, por mucho polvo del Sahara o humo de Duquesa o aguaceros inesperados, el sol brilla como rey en el horizonte. Y no se diga la bandera: “Qué linda en el tope estás…” Los políticos lo intentan cada vez que pueden, pero hasta ahora no han podido echar a tierra el mejor sistema de convivencia. Incluso en su caso ni los tropezones, que han sido muchos, los hace levantar los pies.
Al día de hoy no existen dudas. La gente irá a votar masivamente, y el potencial contagio no es preocupación más que de la propaganda. Los propios interesados promueven el miedo por partes iguales y se denuncian como responsables. Los votantes habituales conocen sus maneras arteras, y los bandos no se disimulan ni cambian de pinta, y entre sus hobbies está escupir hacia arriba. Desde lejos se les ve la saliva en la cara. El final fue emocionante, como igual degradante, pero siempre lo ha sido. La expectación cambia de página, aun cuando más ficción que realidad. El novelista suizo Joël Dicker no superaría el enigma.
Lo peor sería que haya segunda vuelta, y sin embargo, esa es la apuesta de los últimos días. Las encuestas modificaron el formato, bien. Ahora el juego sería al revés: el antiguo método deshaciendo el entuerto.
Las comidillas de las últimas horas estarían ganando la partida a las leyendas urbanas de días atrás. Aunque por mucho inventar no se patentiza un producto.
Los sondeos de repaso estarían ofreciendo números que no se sabe de dónde salen o como se compaginan, pues la verdad que queda poco por hacer. Las visitas electorales del presidente Danilo Medina serían un factor a considerar, con efecto comprobado, pero el apoyo público de David Collado, elimina el suspenso y completaría la obra.
Aunque la suerte es lo último que se echa.