ORLANDO DICE...
El triunfo se reduce al voto de la mayoría
Los candidatos se afanan como si se les fuera la vida en las finales de la campaña y pudieron advertir desde el principio lo que ahora se presenta como fórmula ideal.
Nunca se trató de quién gastara más dinero ni congregara más personas en espacios públicos, a la intemperie o bajo techo, o compareciera a más foros abiertos o cerrados o a programas de radio y televisión.
El éxito, el triunfo se reduce a lo mismo de siempre: el voto de la mayoría. No importa si comprado o a conciencia, el aspirante con mayor cantidad de sufragio gana las elecciones.
Aunque siendo tan simple la cuestión, los candidatos se rompen la cabeza, se mortifican el corazón y se llenan de vinagre el corazón. Agrio que te quiero agrio.
Incluso el cálculo resulta más sencillo. Si toda la clase media sufraga, se impone Abinader, y si en cambio lo hace la clase baja, la presidencia será de Castillo.
Los candidatos tienen la tarea clara. La convocatoria al voto no debe ser labor de la Junta Central Electoral, sino de los interesados: Los candidatos.
La propaganda por igual no tiene que desperdigarse, dispersarse, sino dirigirse al público pre-establecido. La de Abinader a la clase media, la de Castillo a la clase baja.
A esta altura del juego, Luis Abinader que no piense en el voto de la clase baja que ya Gonzalo Castillo lo conquistó, y tampoco Gonzalo Castillo sueñe con el apoyo de la clase media, que esta decidió por Luis Abinader.
Innegable contexto de lucha de clases, y bueno que lo fuera, pues el barrio de la parte alta coge lo que sea y a la hora que sea, y la concurrencia de la Plaza de la Bandera, como tiene sus necesitadas satisfechas o cubiertas, se alimenta de principios y se maneja con el cambio por el cambio mismo.
Así que visto el panorama en esos términos, todo dependerá del acarreo, de que cada cual lleve a votar su universo. Los pobres contra los riquitos. Los hijos de Machepa contra la prole de los tutumpotes.