Con los cordones desatados

En una campaña –para que sea electoral– tiene que haber de todo. Incluso más que en botica, o también botica, pues hay emociones que solo se curan con medicamentos.

La actual es el mejor muestrario, en todos los sentidos, pero sobre todo en el manejo, y no solo político, sino también personal.

En estos últimos días fácilmente se pierde la chaveta, y no se guarda ni la forma. Los acontecimientos por lo general no son extraordinarios, pero sí la reacción.

Todos se reconocen en buena posición hasta que se publica una encuesta que sea contraria a sus intereses, que favorezca al adversario.

La Gallup puso loco al PLD, del mismo modo que la Penn al PRM y a La Fuerza del Pueblo. Una idea es que Luis Abinader se va en la primera vuelta, pero si un sondeo contradice, entonces se desatan los infiernos.

Otra idea es que existe un empate técnico entre el candidato de oposición y Gonzalo Castillo, pero si a una medición se le ocurre una distancia insuperable, se cobra la insolencia.

La inferencia lógica es que ninguno está seguro y que las realidades que construyen son frágiles y cualquier viento tumba sus cocos.

Con un 53 por ciento y faltando dos semanas, con poner GPS el vehículo llega solo al domingo 5 de julio, sin tomar atajos ni violar semáforos.

Si la competencia es un cabeza con cabeza, tampoco hay que alterarse, pues el photo finish conteo de la Junta Central Electoral completará la obra. Carlos Gardel no canta en vellonera.

Con 18 puntos de diferencia no habrá candidato que se alarme o alarme, y de hacerlo no va a encontrar quien respalde dudosas pretensiones.

¿A qué entonces volver a la Plaza de la Bandera y forzar situaciones de protesta, creyendo que segundas partes fueron buenas y que provocando un junio anómalo, julio sería un marzo espléndido?

El aire se enrarece por estos días, y cuando no es Duquesa, es polvo del Sahara, pero todavía no se huele azufre en el ambiente.

Los tambores suenan, que la caballería no se entere.