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MIRANDO POR EL RETROVISOR

El proselitismo en desescalada

Dos grupos de ciudadanos bien definidos ha creado el nuevo coronavirus Covid-19 en República Dominicana y gran parte del planeta.

Por un lado, están aquellos que han guardado una rigurosa cuarentena y observado todas las medidas preventivas para evitar contagiarse durante casi tres meses, desde que se detectó el primer caso del virus en el país, en el italiano de 62 años, Claudio Pascualini, quien permaneció casi dos meses interno en el hospital militar Ramón de Lara.

En la acera contraria, están los ciudadanos que han asumido con total desinterés las medidas restrictivas impuestas por las autoridades para contrarrestar el letal virus, que hasta ayer había provocado casi nueve millones de contagios y cerca de 450,000 muertes en el mundo.

Lamentablementees mayor el segundo grupo de ciudadanos y de igual magnitud la actitud despreocupada ante un posible contagio, sin importarle mucho que en los actuales momentos el sistema nacional de salud muestra indicios de que podría colapsar por la elevada demanda de servicios.

Ese preocupante panorama prevalece pese a que el país ni siquiera ha alcanzado el pico de contagios que se observa en otras naciones de la región, como Brasil y México, donde el Covid-19 ya ha provocado estragos.

La meta de aplanar la curva de contagios por el nuevo coronavirus se aleja cada día más. Es lamentable decirlo pero todo apunta a que tendremos la incidencia del Covid-19 por largo tiempo en gran parte del territorio nacional, con su consecuente estela de luto y dolor.

Cuando se pensó que el Gobierno dominicano mantendría las restricciones a las actividades económicas y a la circulación de personas, una desescalada apresurada nos ha colocado en un peligroso retroceso que podría echar por tierra los logros alcanzados con tantos días de encierro y parálisis comercial.

De la población se podía esperar la reticencia al distanciamiento físico y al confinamiento en sus hogares porque la naturaleza del ser humano siempre ha sido disfrutar de la vida en libertad, pero no así de las autoridades que están llamadas a demostrar firmeza en la aplicación de las medidas que garanticen la salud de la población.

Para eso entendemos que es el Estado de Emergencia que ahora cuenta con otra prórroga hasta el 30 de junio del presente año, con un toque de queda que jamás debió relajarse y el cierre de las actividades económicas no esenciales, poniendo en primer plano las vidas de los ciudadanos.

En medio de todo este panorama desalentador hay otro detalle preocupante. Candidatos y dirigentes políticos han arreciado en los últimos días los actos masivos de campaña en las calles y en espacios cerrados, sin observar el debido distanciamiento social tan importante para evitar contagios.

La semana pasada el neurocirujano José Joaquín Puello Herrera lamentó que la gente le haya perdido el miedo a este virus potencialmente peligroso.

Y no exclusivamente la gente común, sino también aquellos con el poder y la influencia para garantizar un manejo adecuado de esta pandemia.

Sí gobierno y políticos no predican con el ejemplo, jamás podrán esperar el mismo comportamiento de ciudadanos que tienen mayor necesidad de estar en las calles que aquellos que les impulsan a un proselitismo desbordado, en una búsqueda irresponsable del voto.

En un principio el dilema era economía o salud, ahora parece ser voto o salud. Como ya la economía se impuso, ahora el proselitismo también está en desescalada.

Ojalá que ese desvío de la verdadera prioridad no tenga más consecuencias fatales.

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