FIGURAS DE ESTE MUNDO

Un oficial patriota

En los días de la Revolución francesa, C. J. Rouget de Lisle, oficial del ejército de Francia, un hombre modesto y casi des­conocido, recibe el encargo de componer un canto de guerra.

En Estrasburgo, afluyen a su memo­ria los sentimientos desatados en aquel tiempo de guerra, las palabras oídas en un banquete, el odio a los tiranos, los temores por la tierra natal, la fe en la victoria, el amor a la libertad. Por fin, termina su marcha inmortal: “Canto de guerra para el ejército del Rhin”.

La genial creación, rebautizada como “La Marsellesa”, fue convertida, el 14 de marzo de 1879, hasta el día de hoy, en el Himno Nacional de Francia. Des­de la noche en que compuso esta pieza hasta el día de su muerte, el desgracia­do Rouget sobrevivió cuarenta años a la única jornada creadora de su vida. Lo perdurable siempre acaba por triunfar sobre lo efímero. Así sucede con la pa­labra de Dios. “Toda la gloria del hom­bre es como flor de la hierba -dice el apóstol Pedro-. La hierba se seca, y la flor se cae, mas la palabra de Dios per­manece para siempre”.

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