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No hubo debate

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Luis Encarnación PimentelSanto Domingo

Entre las muchas cosas dichas por el profesor Bosch en su es­fuerzo didáctico por sacar al país del oscurantismo arrastra­do por la larga dictadura truji­llista, figura la verdad histórica de que “el dominicano es un pueblo sin educación po­lítica”.

A partir de ahí - las cosas no han varia­do tanto, aun hayamos ganado buen te­rreno en el campo democrático -, la falta de conciencia, la ausencia de valores ético-morales lleva a mucha gente en elecciones a desdeñar programas de gobierno trans­formadores, capacidades y experiencias de candidatos, y a inclinar las simpatías por el derrotero populista o clientelar de quien le ofrezca un salami, le brinde un pica pollo o le dé unos pesos por su voto. Ya arriadas las ideologías y cada día más degrada la acti­vidad política, de votarse preferiblemente por los partidos o por las figuras, se ha ido pasando con todo desparpajo a abrirle es­pacio a quien en determina coyuntura ten­ga mayor capacidad de regalar cosas o de comprar conciencias en la campaña, espe­cialmente si cuenta con carta abierta para el uso de recursos públicos y tiene detrás al Estado como facilitador (¿).

La Ley Electoral, de no haber sido hija de intereses, como la de Partidos, debió hacer obligatorio que los candidatos presiden­ciales intercambiaran ideas y airearan sus propuestas en un debate frente el país, pa­ra que el gran público pudiera medir los al­cances y evaluar capacidades y debilidades de cada aspirante, para ir a lo seguro el día de votar. Y es que el evento organizado por la Asociación de Industrias, que excluyó a una parte de los candidatos inscritos en la JCE, no fue un debate, sino una simple lec­tura de respuestas a un temario previo de los empresarios, desde la óptica del interés sectorial. ¿Y los demás temas, como el for­talecimiento institucional, la corrupción y la impunidad, entre otros? Por suerte, hu­bo expositores que fueron más allá del pe­dido que les encajonaba y adicionaron otros aspectos de su proyecto de gobierno. Por el esquema elegido y el factor tiempo, no se puede hablar de que uno ganó o de que otro perdió y, mucho menos, de la par­te gestual o de la informalidad de Gonzalo en la ocasión, porque lo último respondía a la línea de “sencillez” con que se le vende. Prometió mucho, para los pocos recur­sos a la vista. Abinader lució bien e hi­zo mejor al decir que eliminará el odio­so y abusivo anticipo (¿). Leonel, con su estilo y peso específico, avanzó una amnistía fiscal amplia y, ante la incerti­dumbre, el reto de mirar hacia dentro, reactivando los sectores productivos, en lugar de la importación de bienes y servicios.

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