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FE Y ACONTECER

“Reciban el Espíritu Santo”

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

Solemnidad de Pentecostés 31 de mayo de 2020 – Ciclo A

Las Fiestas Pas­cuales, que des­tacan la victoria de Jesús sobre la muerte y la Exal­tación de Jesús como Señor de cielo y tierra y, consecuen­temente, la misión de la Igle­sia y el proyecto del hombre nuevo en Cristo, culminan con esta festividad de Pen­tecostés, en que conmemo­ramos la efusión del Espíritu Santo para la edificación de la Iglesia.

a) Del libro de los Hechos de los Apóstoles 2,1-11.

En este pasaje San Lucas na­rra lo que sucedió en Jerusa­lén aquel día de Pentecostés que, antes de ser cristiana fue una fiesta judía. Era una de las tres fiestas prescritas por la Ley de Moisés (Ex.23, 16-18), que congregaban una gran muchedumbre de ju­díos devotos. La intención principal del relato de Pente­costés es verificar la promesa del Espíritu Santo que Jesús había hecho a los Apóstoles y en cumplimiento de las pro­fecías. Constatar la fuerza del Espíritu actuando en la mi­sión evangelizadora y en la vida de la Iglesia. Proclamar en la fiesta aniversario de la proclamación de la Ley Mo­saica, la vigencia de la Nueva Ley de Cristo y de su Espíri­tu, la Nueva Alianza y Pascua selladas en la persona y san­gre de Cristo Resucitado. Y expresar la universalidad del nuevo Pueblo de Dios cuan­do aún no había salido de los límites de Israel.

b) De la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 12, 3b-7. 12-13.

El Apóstol San Pablo trata el tema de los carismas, es­tableciendo los criterios pa­ra distinguir los auténticos carismas, de los falsos. Los criterios fundamentales son dos: doctrinal y comunita­rio. El doctrinal se refiere a la confesión pascual de fe: ¡Je­sús es Señor! Quien hace esa confesión de fe está animado por el Espíritu. El comunita­rio refiere que en todo caris­ma que sirve al bien común de los creyentes se manifiesta la acción del Espíritu. A pro­pósito de los carismas, San Pablo determina dos princi­pios, el primero sobre la di­versidad y el segundo sobre la unidad. La pluralidad de los carismas y ministerios es tan normal y necesaria co­mo la diversidad de miem­bros y funciones en el cuerpo humano. Contra la tentación de monopolizar el Espíritu, el Apóstol afirma que en cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.

c) Del Evangelio de San Juan 20, 19-23.

En su inesperada aparición a los discípulos el mismo día de su resurrección, Jesús les da su paz, su misión, su Espíri­tu y el poder de perdonar los pecados: “Como el Padre me envió, así también los envío yo. Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les di­jo: Reciban el Espíritu San­to, a quienes les perdonen los pecados les quedan per­donados, a quienes se los retengan les quedan reteni­dos”.

El gesto de Jesús, exha­lando su aliento sobre los discípulos, recuerda el ges­to creador de Dios que in­sufla su Espíritu de vida en Adán. Al exhalar su aliento sobre sus Discípulos, les ha­ce partícipes de su propio poder de perdonar los peca­dos y también les da la au­toridad de reconciliar a los pecadores con la Iglesia. Es­ta dimensión eclesial de su tarea se expresa particular­mente en las palabras de Je­sús a Pedro: “A ti te daré las llaves del Reino de los Cie­los; y lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cie­lo” (Mt. 16, 19). Está cla­ro que también el Colegio de los Apóstoles unido a su Cabeza recibió la misión de atar y desatar dada a Pedro (Lumen Gentium 22).

El Espíritu Santo entra en escena el día de Pente­costés, y se pueden perci­bir claramente sus frutos en los apóstoles. Antes de recibirle, estaban llenos de miedo, tristeza, duda, angustia, silencio, inco­municados y con las puer­tas cerradas. Después de recibirle, se les ve llenos de valor, alegría, paz, fe, confianza, seguridad y pro­clamando el mensaje pro­féticamente en plena calle. Después de ser bautizados con el Espíritu Santo son hombres llenos de fuerza y de coraje.

En nuestro país celebra­mos este domingo el Día de las Madres, llegue nuestra fe­licitación y oraciones a todas las Madres que el Señor les si­ga asistiendo en su loable mi­sión de amar, formar y evan­gelizar a sus hijos.

Fuente: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nuestro Pueblo.

B. Caballero: En las Fuen­tes de la Palabra.

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