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ORLANDO DICE

Un factor nuevo, sorpresa

No intriga ni inquieta, sino todo lo contrario, que la Junta Central Electoral haya decidido de manera inesperada el voto del dominicano en el exterior.

No intriga ni inquieta, pues no hizo más que lo que acuerda la Constitución y las leyes, y parte de sus atribuciones: completar la proclama de las elecciones del 5 de julio.

Ahora, la forma sí llama la atención, pues lo que pudo haberse considerado prudencia, caute­la, y desde cierta óptica mamoneo, fue superado de golpe. Aunque todavía falta el porrazo.

No se esperaba que hiciera lo que hizo con sigi­lo, pues dejó a partidos o interesados con la cara­bina al hombro, con recursos de amparo que po­siblemente ni se hayan llegado a depositar.

La comunicación de la Cancillería con las res­puestas de países, o las contestaciones que no lle­garon, permitía al organismo tomarse más tiem­po.

La excusa era lógica, si se tiene en cuenta que la dificultad no era aquí, donde se tenía decidido sufragar en julio, sino en los países que alegaban medidas de orden interno.

El agua –sin embargo– le entró al coco, y fuera bueno saber si por las raíces, el tronco o las ramas o canas. Un prodigio de la naturaleza.

Aunque hubo un factor nuevo: Adriano Espai­llat, que tomó la causa de la diáspora como algo propio y defendió un derecho que nadie negaba.

Lo suyo, como todo en política, tiene cocorica­mo, solo que de una categoría especial. Que dipu­tados de ultramar batieran espada a favor de sus compatriotas, hubiera sido normal. Y si nunca ha­cen de nada, por lo menos eso.

Diferente que la diligencia la hiciera o la pre­sión proviniera de un representante ante el Con­greso de Estados Unidos. Un factor sorpresa, di­ríase, pero también cambio de orden.

No lo dirán, no lo admitirán, pero tampoco habrá dudas de que Adriano Espaillat fue deter­minante. El demócrata hizo una tormenta en un vaso de agua, y ese ruido se interpretó como su momento la intromisión de Pompeo.

Ante un criollo con ínfulas norteamericanas, cualquiera cede.

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