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FE Y ACONTECER

“Proclamen el Evangelio”

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

VII Domingo de Pascua – Ascensión del Señor 24 de mayo de 2020 – Ci­clo A

a) Del libro de los Hechos de los Apóstoles 1,1-11.

Estos prime­ros versícu­los del libro de los Hechos de los Apóstoles muestran la conexión con el evangelio de San Lucas. El evangelista precisa el te­ma de la conversación de Jesús resucitado con sus Apóstoles en las “numero­sas pruebas de que estaba vivo” después de muerto y resucitado. El período de es­tas apariciones e instrucción duró 40 días y llegado el tiempo de su despedida, se les manifiesta subiendo al Padre hasta que una nube se los quitó de la vista. La pre­dicación del Reino por par­te de Jesús fue muy clara: su Reinado estaría caracteriza­do por el amor, el perdón y la justicia, por consiguiente, toda especulación en torno a la proximidad del fin es­tá condenada al fracaso. El evangelio debe predicarse al mundo entero.

b) De la Carta a los Efesios 1, 17-23.

El autor de esta Carta re­flexiona sobre el misterio de Cristo y de la Iglesia, en es­tos versos afirma la supre­macía de Cristo, intenta dar una respuesta acuciante en el momento en que escri­be: surgieron tendencias en las propias comunidades en que se afirmaba que otros podían competir con la ac­ción salvadora de Cristo, pero sólo Él es el centro de la unidad porque sólo Él es el Salvador.

c) Del Evangelio de San Mateo 28, 16-20.

Jesucristo resucitado es constituido por el Padre, Se­ñor del universo y de la his­toria, cabeza de la nueva humanidad y de la Iglesia que es su cuerpo y plenitud. Para nosotros, el mandato misionero, es el envío para la evangelización y el testi­monio que Jesús, con ple­no poder en el cielo y en la tierra, transmite a la comu­nidad eclesial representada inicialmente en los Once: “Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio”.

Según los Sinópticos la mi­sión evangelizadora que Je­sús transmite a sus apóstoles es universal y no limitada al pueblo judío. En el final del evangelio según San Mateo supone que la apertura uni­versal del Evangelio es fruto del misterio pascual, Jesús envía a sus discípulos a todas las gentes a invitarles a entrar a la salvación.

Al exponer el paso de la misión de Cristo, la Exhor­tación apostólica “Evan­gelii nuntiandi” de Pablo VI, enfatiza la evangeliza­ción como vocación pro­pia de la comunidad cris­tiana y de sus miembros. Mediante el anuncio infa­tigable del Reino de Dios los discípulos de Jesús he­mos de proclamar su sal­vación liberadora, confir­mando además el anuncio con el testimonio de los signos (EN 6-16). Las for­mas de la misión que Je­sús nos confía son dos: el anuncio directo y el testi­monio personal y comuni­tario mediante los signos de liberación. En ambas formas Jesús está presente con la acción de su Espíri­ tu, que es su presencia in­visible pero eficaz. En rea­lidad, Cristo no se ausenta del mundo y de la comuni­dad eclesial, sólo cambia su modo de presencia.

Ahora que Jesús no está fí­sicamente presente entre los hombres, tenemos una tarea urgente de evangelización y li­beración humana, es el grupo creyente quien ha de hacerlo visible al mundo por el anun­cio y el testimonio. La evange­lización exige primeramente el anuncio directo del Evangelio con todos los medios a nues­tro alcance. Anuncio respetuo­so con las personas, al estilo de Jesús; sin amenazar, sino ofer­tando la salvación que libera. En segundo lugar, el anuncio y la palabra han de ir acompa­ñados, como hizo Jesús, con el testimonio eficaz de los signos, es decir, con el compromiso de los cristianos por la promoción integral del hombre desde su dignidad de persona a su con­dición de hijo de Dios y herma­no de los demás.

Fuente: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nues­tro Pueblo.

B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.

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