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COLABORACIÓN

La nueva normalidad

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NELSON JOSÉ GUILLÉNSanto Domingo

He utilizado estas páginas en diversas ocasiones pa­ra plantear la importancia de proyectar el proceso de modernización que ha constituido Repú­blica Digital hacia el futu­ro. La pandemia que golpea al planeta y nuestro país no hace más que reforzar la idea de que ya no sólo el futuro como lo anticipába­mos, sino además esta nue­va realidad en la que existi­remos nos fuerza a revisar las oportunidades y desa­fíos que la revolución digital nos abre.

La virtualidad ha incre­mentado exponencialmente su participación en materia educacional. Son incontables las escuelas y centros de edu­cación superior que en los más recónditos rincones del planeta han debido sustituir sus clases presenciales por enseñanza a través de plata­formas virtuales.

En paralelo, la comunidad científica y médica recurre a la Big Data para seguir el de­sarrollo del Covid19, identifi­car personas y áreas de con­tagio, así como evaluar la pertinencia de medidas de contención y tratamiento. Di­versas aplicaciones compiten por convertirse en los instru­mentos de trazabilidad del contagio que permitirán a los gobiernos nacionales y loca­les tomar decisiones de cua­rentena y apertura.

Diversas plataformas de comunicación, conocidas por un reducido segmento de la población, han pasado a for­mar parte de la vida de em­presas y organizaciones que han sido capaces de mante­ner su actividad a través del teletrabajo.

En nuestro país, bajo la di­rección de la Suprema Corte de Justicia, un gran núme­ro de tribunales celebran au­diencias virtuales que per­miten – en un escenario de restricciones de movimiento – garantizar el respeto y pro­tección de los derechos fun­damentales de las personas.

Y así los casos y ejem­plos de esta creciente digi­talización de la humanidad se multiplican. También van quedando en evidencia las barreras que impiden apro­vechar mucho más la tecno­logía que hoy existe.

Vemos con claridad como la brecha digital, presente tanto en las asimetrías en el acceso a equipos y redes co­mo en la capacidad de utili­zar a cabalidad los recursos digitales, nos recuerda a dia­rio el camino que todavía te­nemos que recorrer. Una cla­se por plataforma virtual no es educación on line propia­mente dicho. La distancia metodológica puede ser sig­nificativa. El teletrabajo re­quiere de regulaciones que precisen derechos y obliga­ciones de empleadores y tra­bajadores. En caso contra­rio puede ser insostenible. Los niveles de formación de nuestra población para ca­pitalizar las oportunidades que la revolución digital nos brinda son aún insuficientes. También es insuficiente la ro­bustez y capilaridad de las propias redes digitales en el país.

Todos estos desafíos esta­rán ahí cuando la crisis sani­taria termine. También lo es­tará el apetito y la necesidad de no desandar el camino ha­cia la digitalización que hace posible mejorar nuestra cali­dad de vida y potenciar nues­tra productividad. Por eso es indispensable hacernos cargo, con una mirada de largo plazo, de la forma en que nos hare­mos cargo de estas cuestiones.

No sabemos cuándo ni exactamente de qué manera derrotaremos el virus, pero sí sabemos que ya nada será igual. En la nueva normali­dad, la digitalidad será in­cluso más relevante que hoy. Es nuestra tarea preparar­nos para ese momento desde hoy.

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