COLABORACIÓN
La nueva normalidad
He utilizado estas páginas en diversas ocasiones para plantear la importancia de proyectar el proceso de modernización que ha constituido República Digital hacia el futuro. La pandemia que golpea al planeta y nuestro país no hace más que reforzar la idea de que ya no sólo el futuro como lo anticipábamos, sino además esta nueva realidad en la que existiremos nos fuerza a revisar las oportunidades y desafíos que la revolución digital nos abre.
La virtualidad ha incrementado exponencialmente su participación en materia educacional. Son incontables las escuelas y centros de educación superior que en los más recónditos rincones del planeta han debido sustituir sus clases presenciales por enseñanza a través de plataformas virtuales.
En paralelo, la comunidad científica y médica recurre a la Big Data para seguir el desarrollo del Covid19, identificar personas y áreas de contagio, así como evaluar la pertinencia de medidas de contención y tratamiento. Diversas aplicaciones compiten por convertirse en los instrumentos de trazabilidad del contagio que permitirán a los gobiernos nacionales y locales tomar decisiones de cuarentena y apertura.
Diversas plataformas de comunicación, conocidas por un reducido segmento de la población, han pasado a formar parte de la vida de empresas y organizaciones que han sido capaces de mantener su actividad a través del teletrabajo.
En nuestro país, bajo la dirección de la Suprema Corte de Justicia, un gran número de tribunales celebran audiencias virtuales que permiten – en un escenario de restricciones de movimiento – garantizar el respeto y protección de los derechos fundamentales de las personas.
Y así los casos y ejemplos de esta creciente digitalización de la humanidad se multiplican. También van quedando en evidencia las barreras que impiden aprovechar mucho más la tecnología que hoy existe.
Vemos con claridad como la brecha digital, presente tanto en las asimetrías en el acceso a equipos y redes como en la capacidad de utilizar a cabalidad los recursos digitales, nos recuerda a diario el camino que todavía tenemos que recorrer. Una clase por plataforma virtual no es educación on line propiamente dicho. La distancia metodológica puede ser significativa. El teletrabajo requiere de regulaciones que precisen derechos y obligaciones de empleadores y trabajadores. En caso contrario puede ser insostenible. Los niveles de formación de nuestra población para capitalizar las oportunidades que la revolución digital nos brinda son aún insuficientes. También es insuficiente la robustez y capilaridad de las propias redes digitales en el país.
Todos estos desafíos estarán ahí cuando la crisis sanitaria termine. También lo estará el apetito y la necesidad de no desandar el camino hacia la digitalización que hace posible mejorar nuestra calidad de vida y potenciar nuestra productividad. Por eso es indispensable hacernos cargo, con una mirada de largo plazo, de la forma en que nos haremos cargo de estas cuestiones.
No sabemos cuándo ni exactamente de qué manera derrotaremos el virus, pero sí sabemos que ya nada será igual. En la nueva normalidad, la digitalidad será incluso más relevante que hoy. Es nuestra tarea prepararnos para ese momento desde hoy.