VIVENCIAS
Relación tóxica
Cuando se emplea el término relación toxica hay que tener mucho cuidado a qué o a quién se dirige, porque podría crear una confusión sobre donde tiene su origen y aquel que la produce.
Además, al referir una relación toxica puede llevar a una falsa apreciación y correr el riesgo al presumirla, que afecte a alguien ajeno al problema sometiéndola al escrutinio de una persona nociva que daña la probidad de otra que no lo merece.
En cambio, una relación tóxica bien puede provenir de una persona que haga que las cosas sencillas sean complicadas; que viva en constante desequilibrio emocional teniendo un discurso negativo y pesimista; que sufra al sentirse que no aprecian su trabajo; que aparezca como dependiendo de otro requiriendo siempre de ayuda; que contamine a otros por su falta de iniciativa; que se compare siempre con los demás resaltando el bienestar de los otros y sus infortunios personales.
De esta manera, la toxicidad tiene una doble vía: de quien la produce y a quien le afecta. Por ende, genera emociones y estados que afectan muchas veces la capacidad productiva, haciendo sentir un complejo de culpa que interrumpe cualquier iniciativa tendente a reestructurar aquello que no está funcionando adecuadamente.
En ese sentido se dice que el mejor antídoto contra una intoxicación es la purificación. Por tanto, para que produzca los efectos deseados, solo hay que limpiar, vaciar, desprenderse y dejar ir.