ORLANDO DICE
Creatividad política
La mezquindad no concede, pero vale reconocer a Leonel Fernández su creatividad política, aunque el medio no lo lleve al fin.
La estrategia se pierde en la táctica y deja que desear.
Lo suyo es emular a Winston Churchill y a Joaquín Balaguer en reposicionarse y recuperar el poder en un país que dirigió en tres oportunidades.
A la tercera es la vencida, pero Fernández quiere una cuarta que a su vez le daría visa para una quinta. La Constitución tiene ese costado abierto y un zorro se colaría fácilmente.
No se recuerda, la memoria política es corta, pero en dos ocasiones intentó validarse con millones de firmas. Las del 2012 fueron espectáculo de un día y laberinto para siempre.
El asunto fue difícil entonces, y hasta inútil, tanto que en vez poner esa lista al día para el 2020, Hércules debió realizar de nuevo sus doce trabajos.
Nadie sabe quiénes fueron los gestores del 2012, pero tampoco se conoce el responsable de las firmas que serían claves en el 2020, y cuya mala gestión dio al traste con ese esfuerzo.
Aunque sí queda claro que no sirvieron de nada, ya que cuando debió usarse en las primarias de octubre, era borra de café, y ni siquiera para abonar matas.
Mala gestión, peor gerencia. Tres millones de firmas que pudieron haber sido tres millones de votos, y con tres millones de votos se le ganaba a Gonzalo Castillo 70 a 30, como se proclamaba.
El cuento de las encuestas se cayó solo desde el momento que otros aspirantes midieron y Fernández no corría solo ni hacía sombra en la cancha de la azotea de Funglode. El puerco pudo engordar, pero rápido le llegó su san Valentín.
No obstante, fue creatividad aparte, y justo reconocerla.
Ahora viene con juramentaciones de dirigentes, y como el Barbarazo, no solo va a acabar con el PLD, sino con los partidos aliados.
Atribuirse mil dirigentes del PRD y del PRI es no conocer al PRD ni al PRI, fuerzas menguadas en sí mismas. A otro perro, pues, con ese hueso.