ORLANDO DICE
Yagua vieja y tremendo alacrán
Si fuera político en ejercicio, en campaña, no subestimaría al oponente. La cultura de los campos sirve hasta de remedio, y los campesinos se cuidan de las yaguas viejas pues dicen que de cualquiera puede salir tremendo alacrán.
En la capital o en la política de estos días no se conoce yagua vieja ni se teme al alacrán, por una razón muy sencilla: no se sabe que tiene veneno en la cola.
La oposición –como discurría ayer– quería que el presidente Danilo Medina la convocara para discutir un amplio plan de recuperación durante o después de la pandemia del coronavirus.
Era un póquer de salón en el oeste americano, con cartas marcadas, pues cuando llamara se la iban a poner en China, y entre las muchas reacciones estaría dejarlo plantado, hacerle un desaire.
Como sucedió con el Consejo Económico y Social y el tema de las fallidas elecciones municipales de febrero. Entre los invitados hubo que demandaron cambio de sede, y en vez de Madre y Maestra, Edificio Empresarial.
Los empresarios acudieron a la Pontificia Universidad y el entendimiento tuvo característica nacional, pues la legitimidad de los grupos pequeños no supera la influencia de los núcleos tradicionales.
La yagua vieja del gobierno tuvo en la ocasión el tremendo alacrán de Medina, quien en vez de reunirse con los candidatos de oposición, buscó el lado a miembros de los poderes fácticos.
O lo que en tiempos de Joaquín Balaguer se llamaba fuerzas vivas. En este caso los empresarios, las iglesias y las centrales sindicales.
La reapertura del país, de su economía, la vuelta a la normalidad, es una decisión política que debe tomar el gobierno, el mismo que dictó las medidas de recogimiento.
La situación es sanitaria, pero por lo que se observa en el mundo, lo sanitario se subordina a lo político, y el político difiere, y mucho, del experto de salud.
El Congreso Nacional podrá no aprobar la prórroga solicitada, pero el Ejecutivo, al pedirla, tomó en cuenta pareceres decisivos de la nación.