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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Participación, camino obligado hacia el bien común

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

Para que el poder político y econó­mico se ejerza con justicia es ne­cesaria la partici­pación de los individuos y de las asociaciones intermedias. Estamos ante el sexto princi­pio de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI).

Entre nosotros, miles de personas no participan de las graves responsabilidades y opciones nacionales. Esto su­cede porque no tienen acce­so a condiciones de vida que les permitan tener conciencia de su propia dignidad y voca­ción ante Dios y los demás. “La libertad humana es in­compatible con la necesidad extrema”.

Pero tampoco son libres para participar en la cons­trucción de una sociedad di­ferente los que “llevan una vida demasiado fácil”.

La DSI enseña: las exigen­cias éticas de la justicia solo se aseguran cuando los ciuda­danos y sus asociaciones “son agentes en el desarrollo de la vida socio-económica, polí­tica y cultural, ejerciendo su participación de manera jus­ta, proporcionada y respon­sable”.

El ser humano adquiere la dimensión de la conciencia del bien común participan­do, conociendo sus derechos y sus deberes de cara a los de­más.

La economía muchas ve­ces depende de la política. Varios especialistas han de­nunciado el acelerado en­deudamiento del país, no para generar riqueza, sino precisamente en la cercanía de los procesos electorales. Solamente otro tipo de parti­cipación política, encamina­da a promover el bien común corregirá esas decisiones eco­nómicas interesadas.

La participación responsa­ble de los ciudadanos en la vida pública libera al poder político de estar al servicio de intereses particulares. Se participa en política de ma­nera responsable, cuando se conoce “cuál es el contenido y el valor de la opción que se le presenta”.

Las decisiones naciona­les son cada vez más com­plejas, por eso la DSI anima a inventar nuevas formas de democracia, “no solamente dando a cada persona la po­sibilidad de informarse y de expresar su opinión, sino de comprometerse en una res­ponsabilidad común.” Las bancas de apuestas, edu­cadoras perversas, han lo­grado esta competencia en sus alumnos, conocedores del hielo solo en los tragos: apuestan con creciente luci­dez a los resultados del hoc­key. “Los hijos de las tinie­blas, son más sagaces que los hijos de la luz” (Lucas 16, 8).

Ver Paulo VI, Octogesima Advienes, 46 y 47 y Alfon­so A. Cuadron, coordinador 1993, Manual de Doctri­na Social de la Iglesia, BAC Maior, Vol 43, 119 - 121).

El autor es Profesor

Asociado dela PUCMM

mmaza@pucmm.edu.do

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