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Miguel y la clave

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Luis Encarnación PimentelSanto Domingo

Puede que una combinación de capacidad gerencial, habili­dad personal y pragmatismo en el manejo profesional y en su incursión en la política, ya no solo la buena suerte, hayan sido la cla­ve del éxito del ingeniero Miguel Vargas Maldonado, presidente del PRD y actual canciller de la República. Con sus posibles errores y con sus críticos –algunos gratui­tos, producto del roce de intereses particu­lares o reflejo de debilidades humanas, co­mo la ingratitud– el hombre se ha abierto paso, ha ganado un espacio y, en lo priva­do como en el ejercicio público, ha salido a flote y demostradas condiciones fuera del montón. Como cabeza del PRD, como al frente de Cancillería y ejecutor de la políti­ca exterior del actual período de gobierno de Medina, el ingeniero Vargas dejó mal paradas muchas subestimaciones iniciales que salían de las gradas (¿). A la organi­zación que lideraron Bosch y Peña, en su momento, le dio un gran impulso y buen posicionamiento, que luego poco a poco fuera desdibujado por las ambiciones y re­batiñas desbordadas de competidores in­ternos. Y cometió un gran pecado –que ex­compañeros no le perdonaron, y que fuera excusa para el desgarramiento partidario –, el de sacar del PRD a los que intentaron sacarlo a él. Estos prefirieron formar tien­da aparte, aunque la cultura de la antigua casa les persiga y sea un riesgo de alejarle las perspectivas de poder que puedan te­ner, como en la actual coyuntura política. En materia de traición e ingratitud de ami­gos a los que ellos apuntalaron, promovie­ron e hicieran figuras públicas, los casos de Hatuey, Leonel y Miguel me parecen si­milares, aunque con alguna diferencia de tiempo y de tamaño del “golpe bajo” reci­bido. Por cierto, ya definida la candidatura de Danilo del 2012, el amigo Hatuey me encomendó decirle al hoy presidente Me­dina que llevara a Vargas de vice, en vez de a doña Margarita. Me dio razones que no competí, porque veía las cosas a la inversa, pero cumplí la encomienda. Y el aspiran­te Medina me respondió: “Mira, Miguel lo que quiere es ser presidente, no vice, pero él y yo ya hablamos; con él no hay proble­ma”. En efecto, el “amarre” estaba hecho, por lo que sería fácil –y clave– que luego en el 16 Miguel y el PRD le apoyaran. De ahí devino Miguel Vargas como ministro de Relaciones Exteriores de este cuatrie­nio, para una gestión que marca exito­sa diferencia y que, por lo puntal y diver­so de los logros alcanzados, ameritan de otras líneas en detalle. Por demás, Miguel no ha de extrañar que algunos “compañe­ros ‘den un’ salto”, para cambiar 4 meses, por 4 años más en el cargo (¿).

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