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EL BULEVAR DE LA VIDA

El Covid-19 y la mirada de la muerte

Por culpa del Covid-19 se me adelanta en el viaje del que no se regresa, un amigo de mi infancia banileja, César Radhamés Pimentel Franjul, y por primera vez siente uno que la cara de la muerte le está mirando seria.

Todo indica que cada dominicano tendrá que encontrarse frente a frente con el adusto rostro de la parca, para entender la magnitud de lo que está viviendo el mundo y nos incluye.

En la guerra patria de abril de 1965 murieron más de 2.500 almas, cerca de tres mil fueron las víctimas del 11 de septiembre 11-S. Sin embargo, solo el pasado lunes, en los Estados Unidos unas 2,333 personas perdieron la vida por el coronavirus. Y que no diga nadie, que esto es falta de información. Todo esto se sabe, se ve, se comenta y se lamenta, pero la temeridad popular no tiene límites. Ya, hasta en los peajes hay tapones.

Mientras en Estados Unidos, España o Italia las cosas no pueden ir peor, en nuestro país aumenta el número de afectados y de fallecidos, como aumenta la tasa de casos y de fallecidos por cada millón de habitantes; la letalidad sigue por encima de cuatro, pero por el movimiento vehicular y el desparpajo de las tertulias, las “mano” de dominó y la chercha en los barrios populosos y bebentinos, cualquiera diría que los señores ni se han enterado.

Parece inevitable, que nos siga visitando la muerte para robarnos esta vida de la que dijo Cabral que le dijeron que es un misterio, “una permanente intriga, en aprender a vivir se nos va toda la vida”. ¡Y cuánta razón tenía!

Sin importar los años que hayan pasado por tus ya blancas sienes, la vida es un constante aprendizaje, un camino de piedras y flores.

Se trata entonces de vivir aprendiendo que nada daña tanto como el “pastorear rencores” y el rumiar venganzas. La venganza ciega y el odio enferma. En cambio, el perdón te enriquece y te da paz. Al fin, de tener paz, de amar y ser amado, de ser y sentirse socialmente útil,y poco más, muy poco más, se trata este viaje del que sólo Dios conoce el camino y sabe el fin.

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