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MIRANDO POR EL RETROVISOR

El personal médico bajo fuego

En mayo del 2018 escribí una serie de trabajos para LISTÍN DIARIO sobre familiares de asesinados, desaparecidos y torturados durante la tiranía de Rafael Leónidas Trujillo, el sátrapa dominicano que gobernó el país con mano dura por 30 años.

La idea era presentar las secuelas físicas y emocionales que dejó el régimen en un segmento de la población que sufrió los rigores de la dictadura tanto como las víctimas, en quienes regularmente nos centramos más cuando ocurren catástrofes naturales, un virus como el que padecemos actualmente o cualquier otra situación que cause un gran dolor a la sociedad.

Son las llamadas víctimas colaterales que casi nunca tomamos en cuenta, como es el caso por ejemplo de los menores de edad que quedan en la orfandad y muchas veces en el consecuente desamparo debido a los feminicidios.

Traigo esto a colación porque el pasado domingo 26 de abril se suicidó la jefa de urgencias médicas del hospital Presbyterian de Nueva York, la doctora Lorna M. Breen, según la información servida por el diario The New York Times, abrumada porque no soportaba ver tantas muertes en ese estado a consecuencia del Covid-19.

Breen, de 49 años, se había curado del nuevo coronavirus, luego de que se infectara por estar en la primera línea del combate contra la letal enfermedad que ha provocado al menos 238,810 muertes y alrededor de tres millones 400 mil contagios en 195 países o territorios.

El padre de Lorna, Philip C. Breen, quien también es médico, reveló que ella no tenía antecedentes de enfermedad mental, pero la última vez que habló con su hija le pareció desvinculada y supo que algo andaba mal.

Dos días antes, otro paramédico de la ciudad del área de emergencias, el joven de apenas 23 años, John Mondello, también se quitó la vida.

Esos dos suicidios ponen de manifiesto la enorme presión a que está sometido el personal médico que lucha de manera titánica para evitar muertes por el nuevo coronavirus.

Y en el caso de República Dominicana, sin los equipos, indumentarias e insumos apropiados para evitar contagios que pongan en riesgo sus vidas y las de sus familiares.

Si a estas precariedades sumamos el impacto en la salud mental que causa estar en las trincheras del combate contra el Covid-19, podríamos colegir sin dudas que gran parte de los médicos, enfermeras y otros miembros del personal de salud podrían estar padeciendo el llamado “Síndrome de Bornout”.

El burnout, también denominado síndrome del quemado o síndrome de quemarse en el trabajo, es un trastorno emocional causado por el estrés en el ámbito laboral y el estilo de vida del empleado.

Los síntomas más comunes del bornout son depresión y ansiedad, y según los profesionales de la conducta, podría provocar graves consecuencias a nivel físico y psicológico, siendo el principal detonante de este síndrome las difíciles condiciones de trabajo, precisamente la realidad que vive cada día el personal que atiende a pacientes de Covid-19.

Si tomamos en cuenta que la depresión y la ansiedad son las principales causas de suicidios en el mundo, sería oportuno que las autoridades del Ministerio de Salud Pública brinden apoyo psicológico al personal médico, tal y como lo han hecho con la población a través de consultas virtuales.

Esos psiquiatras y psicólogos que han puesto su talento y tiempo al servicio de los afectados por el coronavirus y la población en sentido general, también harían un gran aporte a la deteriorada salud mental del personal médico que debe estar física y emocionalmente extenuado.

Médicos y enfermeras son sometidos a agotadoras jornadas de trabajo, pueden desarrollar la sensación de ineficacia debido a los frecuentes decesos provocados por el virus que quisieran evitar y padecen también el miedo a un contagio que los podría llevar a engrosar la larga lista de fallecidos por la pandemia.

Además, enfrentan la nostalgia de estar alejados de sus familiares, concentrados en brindar asistencia a personas que apenas conocen, y la frustración por no ver una salida inmediata a una situación que a la larga podría afectar su desempeño.

Evitemos que nuestro personal médico literalmente se queme cuando todavía falta tanto camino por recorrer en el combate de este atípico virus, tomando en cuenta que una salida podría prolongarse por más tiempo del esperado, porque miles de ciudadanos siguen haciendo caso omiso a la consiga de “Quédate en casa”.

Hay que proveer al personal médico de las condiciones para que realice su trabajo de manera segura y sin tanta sobrecarga laboral, así como brindarle el apoyo psicológico que prevenga un eventual desgaste físico y emocional.

No queremos ser testigos en el país de casos como el de los doctores Breen y Mondello, por la falta de una intervención a tiempo que mitigue esa sensación de desbordamiento en el personal de salud.

Médicos y enfermeras sufren con mayor rigor este desequilibrio repentino en la vida laboral, social y familiar que acogota a la humanidad.

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