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POLÍTICA Y CULTURA

¡Es que era mi cumpleaños!

(A Ernesto, Amin, Fa­ride, Farah, Raúl y Tony Abel)

El 28 de abril de 1965 amane­ció entre hu­maredas y olor nauseabun­do esparcido por la ciu­dad. Habíamos sufrido los ametrallamientos de avio­nes de la Fuerza Aérea. Re­cuerdo el lunes 26, al des­pegarnos de una pared que daba a la cocina de la casa donde residíamos, varios proyectiles impactaron se­veramente destruyendo parte del mobiliario. Por se­gundos no nos alcanzó a mi hermano Pedrito y a mí. Vi­víamos en el centro neu­rálgico de Santo Domingo en guerra. El 27 de abril el ruido era ensordecedor, pa­recía un infierno de balas, acompasado de tanquetas de guerra que se oían en la ciudad rebelde. Allá, en la cabeza del puente Duar­te, se habían desmorona­do las defensas del Gobier­no constitucionalista, y un desfile de soldados del Cen­tro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas, con sus gorras colocadas al revés, habían logrado cruzar el puente que dividía la ciu­dad. Las noticias de “ra­dio bemba” eran desolado­ras, “desplomado el ejército constitucionalista”. Pero el ruido de las armas no ce­saba. El Presidente de la República Dr. José Rafael Molina Ureña y todos los miembros el gabinete se ha­bían asilado en las embaja­das. Los constitucionalistas habían sido supuestamen­te derrotados. La televisión y la radio fueron silencia­das. Así nos acostamos la no­che del martes 27 de abril de 1965. Al despertarnos y sa­lir al balcón a las siete de la mañana, una tensa calma se había apoderado de la ciu­dad sanguinolenta. En una calzada próxima un grupo de personas se arremolinaba alrededor de un radio portá­til Zenith. En onda corta una voz emocionada que se iba y volvía, informaba la buena nueva, de que en el atarde­cer del martes 27, las tropas de San Isidro, habían sido aniquiladas en la batalla del puente y capturados 14 tan­ques de guerra. La gente sal­taba de júbilo. El parte mili­tar lo suscribían dos oficiales cuyos nombres quedarían eternizados en la historia, los coroneles, Francisco A. Ca­amaño y Manuel R. Montes Arache.

El miércoles 28 de abril de 1965, la alegría duró poco. Horas después, 42 mil marines norteameri­canos desembarcaron en nuestro país, con el pre­texto de evitar que San­to Domingo se convirtie­ra en otra Cuba. Aquella afrenta fue “solicitada” por un émulo del traidor Pedro Santana. A partir de entonces la contienda adquirió la categoría de “guerra patria” contra el invasor. El Congreso Na­cional eligió el tres de ma­yo como Presidente a Ca­amaño, convertido en un gigante de la nacionali­dad y el decoro. No pue­do olvidar nada. El 28 de abril era mi cumpleaños. No pude celebrar, ir al ci­ne, a la glorieta del par­que, ni reunirme con los amigos, ni ver a la novie­cita de aquel tiempo. Yo era casi un niño. Mi ma­má, Carmela Tejada de Raful, me dio el más in­olvidable de los besos al abrazarme y decirme, que vendrían muchos cum­pleaños más, y que yo ten­dría una larga vida, pero que éste, así me dijo, con sus grandes ojos llorosos, el de 1965, le pertene­cía a la Patria herida

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