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Elecciones en transición

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CRISTHIAN JIMENEZSanto Domingo

La realización de elecciones presi­denciales y con­gresuales en el período que constitucionalmente corres­ponde a la transición es un tema complejo.

La situación se agrava por el aumento del luto y los con­tagios ante la aceleración de las pruebas a sospechosos de ser portadores del virus, la tremenda incertidumbre económica y los impactos en la salud mental de los ciuda­danos, sin fecha cierta para la vuelta a la normalidad.

Además, los comicios , previstos para el 5 de julio y una eventual segunda vuel­ta el 26 del mismo mes, se realizarían en un ambien­te de total desconfianza en­tre los actores partidarios y debilitada credibilidad de la Junta Central Electoral.

La “suspensión” (anula­ción) de las elecciones mu­nicipales de febrero por el colapso técnico en las ho­ras previas al inicio de las votaciones, generó ásperas acusaciones y contraacusa­ciones entre el Partido de la Liberación Dominicana y la oposición política, que for­zó al apoderamiento de la OEA para indagar las cau­sas del desastre, concluyen­do el organismo que no hu­bo sabotaje ni intervención externa, sino serias defi­ciencias de los responsables informáticos de la JCE.

El organismo convo­có elecciones para el 15 de marzo con voto físico, y aunque los partidos se que­jaron por la falta de con­sultas para consensuar la fecha, aceptaron y acudie­ron al proceso que se reali­zó con la pandemia en sue­lo local, pero sin mayores lamentos de los actores. El PLD ante el desplome de su expectativa de triunfo ava­sallante en febrero (“que definirían resultados de ma­yo”), sí se quejó y reavivó acusaciones de supuesto sa­botaje de partidos que pro­yectaba perdedores.

La JCE recostándose en su precedente, asumido por todos los actores nacio­nales (ya los nuevos alcal­des juraron el viernes últi­mo), motivó ampliamente una resolución y pospuso las elecciones presidencia­les y congresuales y estable­ció fechas distintas a las que figuran en la Constitución, con énfasis en el mandato de la Carta Magna del final de los funcionarios de elec­ción el próximo 16 de agos­to.

La discusión está servida entre políticos, constitucio­nalistas y muchos “engan­chados”, pero necesaria­mente el liderazgo nacional tiene que sentarse a la mesa para un acuerdo, no impor­ta si es el apoyo condiciona­do y acompañamiento a la JCE, control preventivo de constitucionalidad de par­te del TC o sanción del Con­greso Nacional.

La dificultad mayor es que el presidente Danilo Medina ha rehusado per­sistentemente convocar al liderazgo partidario para asumir de conjunto la cri­sis generada por la pande­mia y sus consecuencias sa­nitarias, sociales, políticas y económicas.

La realización de las elec­ciones, con los ajustes inelu­dibles, está en el centro de la discusión, pero Medina y PLD callan. Alegan estar centrados en la crisis sanita­ria, pero su candidato pre­sidencial, Gonzalo Castillo ha tomado un espacio enor­me para promover su can­didatura, incluso en roles correspondientes al gobier­no, con evidente aliento ofi­cial. “No hay espacio para la política”, proclamó Medina, pero evidente que hay un boquete.

Las decisiones guberna­mentales que se han adop­tado, las previstas para an­tes del 17 de mayo y las que abarcan el período de tran­sición constitucional en te­mas sanitarios y económi­cos impactarán por el resto del año y del 2021 por lo que es necesario la inclu­sión del liderazgo político opositor en decisiones y so­luciones.

Hacer caso a sectarios, en la idea de que “todo es po­sible desde el poder” es pe­ligroso, sobre todo cuan­do los días se han acortado para la coordinación de la transmisión de mando y ya la oposición, desde hace 3 días, asumió la dirección de los gobiernos locales que reúnen a más de 6 millones de personas.

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