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EL CORRER DE LOS DIAS

La Parker de Héctor José Diaz

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Marcio Veloz MaggioloSanto Domingo

I de II

Para mi amigo Maireni Gautreax

Hoy el pensamiento se lanzó por cuenta propia hacia el pasado. No pude detenerlo; con los pensamientos pasa eso, cuando deseas cortar su estampida, se escurren como un gusano de seda que se arrastra balbuciendo en lienzos futuros el proyecto de un día convertirse en fino hilado desde la hoja de la morera, y entonces el pensamiento empieza por tejer sus propios capullos, los aísla, y ese aislamiento tiene las características de lo que crece y crece hasta convertirse en continuidad para transformarse y dar paso a la seda, mientras la mariposa emerge lentamente hasta llegar desde las profundidades del alma donde navegan los sueños perdidos, el pasado nunca revelado, las voces que se quedaron dentro del cascarón de algún huevo que tardíamente, treinta, cuarenta años después, enseña sus alas gracias al cortante pico que la naturaleza le ha prodigado para que pueda salir a la luz.

La cultura visual que esconden las fotos en Internet, aunque no sean el producto de lo pensado, son muchas el producto de lo vivido. Componen, de modo quántico, un presente congelado. Aunque a veces no pertenezcan directamente a tu mundo, sugieren lo qua ha sido tu parcial infinito. Por ello incluyo en el pensamiento objetos que traen recuerdos anexos, recuerdos atados. Son como “el infinito negro donde nuestra voz no alcanza”. Sugieren hechos pasados, como si un objeto pudiera ser la encarnación de textos cargados de sanas e insanas sugerencias que de improviso comienzan su fermentación, y cuando cierras los ojos ya vas en manos de la remembranza sin salida posible, porque el recuerdo, las añoranzas y los pesares buenos o malos, afloran despiadada o placenteramente, para informarte que aún están vivos, (que la muerte es pasajera), que has sido injusto al no poner tu atención y que la misma , es un “poso” en donde se han quedado acurrucados sueños que tartamudean. Junto a la estilográfica, hoy traspapelada, del poeta Díaz, vienen versos, frases, trozos de algún poema, “que nadie se preocupe de mi triste destino”, por ejemplo…

Me llegan de improviso los de Rafael Américo Henríquez: “el verdín sonoro de la primavera”, “el rosa andariego que vaga en los vientos” ¿Qué viaja o que vaga?, cito de memoria. La memoria se transforma ella misma, y la dejamos hacer. Fragmentos de la memoria que respira cuando duermes.

O bien la terneza de Antonio Fernández Spencer cuando dice “mi mamá está tan triste que yo me asusto”; “ella cose las jóvenes telas, mientras canta”. . Recuerdo entonces a doña Carmen Spencer, curazoleña, hecha del color de los jazmines, envuelta en frases papiamentosas, hijas y de la melaza clara, sentada en su mecedora serrana con la agujeta y los paños que aprendió a bordar en la infancia. Ella con un hijo poeta ganador en España del Premio Adonàis en el año 1952.

Rafael Américo, aeda taciturno de la Poesía Sorprendida, una de las voces mas transparentes de la literatura dominicana, visita el Jai Alai o La Cafetera, y escucha con poco hablar. Vive de la poesía y del silencio, lo mismo que Manuel Llanes, el autor máximo de El Fuego y El Tren. Llanes con su sobrinito a cuestas y el fuego de Buda en sus bolsillos, quemándolos sin destruirlos, sin desmentir sus últimas veinte vidas, entre ellas la de Alcione, iluminando tal vez su pantalón ajado; con el tren en su solapa, colgando y tratando de recorrer el camino que se niega en medio de su cabellera blanca. La memoria es así, y puedo mezclar en épocas diferentes a poetas diferentes. Manipular la memoria termina siendo metáfora, mentira adocenada.

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