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ORLANDO DICE

El cambio de escalera

Si Luis Abinader se deja arrastrar por Gonzalo Castillo al terreno de las donaciones, no será por capri­cho, sino por una razón que desco­noce la mayoría. La política tiene sus normas, y una es evitar que el adversa­rio imponga las reglas. Trace la ruta y lleve al oponente como manso corderito al mata­dero. Nadie negará que Castillo fue primero en ofrecer y repartir millones, y tampoco que fue denunciado por Abinader y compartes. El oficialista no cogió corte, continuó campante como Juancito el Caminador y ahora se tiene que la suerte estaba de su lado, pues el oposi­tor sigue sus pasos.

La campaña electoral sufre un giro inespera­do, sorprendente, pero interesante, en que los principales aspirantes a la presidencia compiten en generosidad.

Los 20 millones de pesos de Castillo nadie sa­be dónde fueron a parar, como tampoco los 40,000 kits de pruebas de Abinader.

El allante sin embargo les quedó bonito a los dos, satisfizo al parecer sus expectativas, pues siguen cabalgando en monturas iguales y tras el mismo horizonte.

Abinader ofreció un hospital de campaña que nunca se vio y que el gobierno agradeció di­ciendo que tenía uno propio, como si no pu­dieran coexistir o ser necesario más adelante si la situación de la pandemia se agrava.

Ahora Abinader anuncia que entregará am­bulancias a los alcaldes electos en todo el país, y ese cambio de velocidad demuestra que como pitcher tiene un amplio repertorio de lanzamientos. Aunque en todo caso lo que importa, intriga y llama la atención es el afán del candidato opositor en destacarse en la lu­cha contra el coronavirus. O todavía más sos­pechoso: querer superar a su contrincante.

Lo de Castillo se explica en que ante el re­sultado de las municipales se imponía cam­biar de escaleras si quería como la Bamba subir al cielo. Abinader por el contrario es­taba en la aguja de Notre Dame antes del incendio y ungido por el Señor que no des­cuida circunstancia. El corredor que va de­lante nunca mira hacia atrás ni distrae su concentración. Las mediciones de la cua­rentena podrían ser la clave.

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