ORLANDO DICE
Imponer orden
Los graciosos en las redes ganarán los minutos de fama que merezcan por tomar a relajo el coronavirus, pero igual pagarán consecuencia. Algo nuevo en el país en que reina la impunidad.
Eso al menos se piensa con los jovencitos en chercha que desafiaron a la Policía Nacional y el abogado que cambió el horario del toque de queda. Llamaron al diablo y el diablo no tardó mucho en llegar.
Igual pasará o debiera pasar con los expertos de un día para otro que se inventan razones y orientan (entre comillas) a una población temerosa que desgraciadamente recela de las informaciones oficiales.
Algunos se cuidan y solo graban audio, incluso atribuyéndose identidad falsa, pues los incautos con poco tienen. Y hay gente dispuesta a creerlo todo.
El cancito de llamar al 911 solo por fastidiar fue cortado de una vez y para siempre cuando se procedió contra los sin oficios y el servicio fue más estricto en sus protocolos.
Un susto a tiempo no solo advierte, sino que previene y evita que lo bueno sea dañado por los malos. Los ejemplos dados fueron más que suficientes y nadie se atreve a tomar a burla esa asistencia.
Tal vez no pueda procederse de la misma manera contra los pescadores en río revuelto, que aun cuando saben que las autoridades no actúan por cuenta propia, sino que aplican las directrices de los organismos regional y mundial de salud, reclaman lo difícil de satisfacer en un ambiente de sorpresa y precariedad.
La política estaría de por medio, y sería esa misma política la que cobraría, y no necesariamente en las elecciones. También en el ejercicio de gobierno, ya que como se dice entre vecinos: “…donde compré, venden ”.
No se les puede pedir a los candidatos que se guarden en sus casas y se callen en lo que pasa el temporal, pero si ser justos lo primero.
Están demandando de las autoridades de salud o del gobierno más de lo que honestamente saben pueden dar. A falta de eficiencia, la Virgen hará su parte. Como siempre.