Sin máscara

El empoderamiento de la juventud mundial y su rol en la sociedad se percibe en la manifestación que expresa, de que lo aprendido en la escuela no tiene valor, si se recibe una enseñanza carente de honestidad. La preparación cultural al servicio del fraude se traduce en una pérdida real para la sociedad, porque la honradez pasa a ser una reliquia del pasado y quienes se empeñan en sustentarla, están condenados al fracaso. Esta práctica es propia de los estados incapaces de imponer la moral y cívica como principios de la institucionalidad, evadiendo la ley al margen de los valores éticos. Hoy, la voz de la juventud pide transparencia conceptualizando en un mundo de competitividad, donde esta debe ser el denominador común de la inversión de la tributación fiscal, que es el producto del esfuerzo de todos los ciudadanos que deben recibir los servicios públicos con un sentido de austeridad y prioridad en el gasto público. Me remonto a Khalil Gibram cuando en su obra “El Loco” señaló: “¡Benditos, benditos sean los ladrones, que nos robaron la máscara!”, descubriendo así nuestro gran reto de cara al futuro.