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EL BULEVAR DE LA VIDA

El PLD entre Salomón y Jeremías

Entonces ocurrió, y de tanto advertir su venida, Lucifer llegó y se instaló como en su casa en la casona de la calle Cervantes, con todo y mata de limoncillo.

El PLD no fue capaz de renovarse sin partirse en dos, y ahora no se puede descartar que tenga cuatro años para echar en falta al rey Salomón, especialista en impedir que los egos sin medida partan en pedazos a los niños partidarios. Digamos que el Uber taxi del sabio Salomón se demoró -bien demorado- y llegó tarde a la audiencia pública; el niño había sido cortado por la mitad y la sangre comenzó a rodas por las alcantarillas de la historia y las cloacas de los egos sin límite, tiempo ni nombre, ya dije.

Por advertir y advirtiendo, uno lo había escrito antes: a Borges, El amenazado, lo delataba un nombre de mujer, “le dolía una mujer en todo el cuerpo”, ay, pero es que a estos peledeístas y expeledeístas, tan muertecitos de éxitos, no les delata ni les duele nada que no sea su ego. Sólo ellos existen, y de tanto insistir en su existencia terminaron por romper el matrimonio que tan buenos hijos (-seis triunfos-) había procreado, superando con mucho a esas parejas que “ni se importan ni se estorban”, pero por lo menos “se soportan amistosas”, que decía Patxi Andión, pero estos dos PLD es que ni eso. Y así les va, les está yendo, podría irles.

Lo ocurrido el domingo es la derrota de los dos PLD. Uno, porque ve disminuida sus posibilidades de victoria, y el otro porque no tiene ninguna posibilidad de ganar solo de dañar, de evitar que gane el adversario, y de paso ayudar a la victoria del archirrival verdadero, histórico, cierto.

Ahora ¿qué queda? Como ciudadanos, nos queda hacer lo necesario para, aprovechando el momentum político fortalecer las instituciones de la democracia para lograr que reviva la fe de la gente en ella. Hablo de esa democracia que como afirmará Churchill es un pésimo sistema de gobierno, pero, claro, “con la excepción de todos los demás”.

Ahora ¿qué queda? Según Mario Benedetti, “sólo queda medir la fe y que recordemos lo que pudimos haber sido para él que no pudo ser nuestro. (...) Tú lo dijiste, nuestro amor fue desde siempre un niño muerto”.

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