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FE Y ACONTECER

«Dame de beber»

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Cardenal Nicolás de Jesús López RodríguezSanto Domingo

III Domingo de Cuaresma 15 de marzo de 2020 – Ciclo A

a) Del libro del Exodo 17, 3-7.

En esta primera lectura encon­tramos al pue­blo de Israel que murmura por la falta de agua en el de­sierto. Esto se repetiría en otras ocasiones en que fal­taba el alimento o el agua, en su larga travesía hacia la tierra prometida. La res­puesta del Señor es clara, hace brotar agua de la roca, arrancada maravillosamen­te ante los ojos del pueblo por la misma vara poderosa que tocó las aguas y dividió el Mar Rojo para que el pue­blo pudiese pasar hacia la li­bertad.

El mismo Dios del Éxodo es el que sigue mostrando poder y voluntad de salvar, a pesar de la desconfianza y de la rebeldía de los que tie­nen que ser salvados. Él nos ha dado a su único Hijo, Je­sucristo, quien, como ve­remos en el Evangelio, nos ofrece el “agua viva”, que sacia de manera definitiva nuestra sed y nos lleva a la vida eterna.

b) De la carta del apóstol San Pablo a los Romanos 5, 1-2.5-8.

El Apóstol hace una pro­clamación kerygmática de lo que Dios ha hecho por la hu­manidad, por medio de Cris­to que lo ha llevado hasta dar la vida por todos. Y cen­tra su pensamiento en lo que significa en la vida presente para los creyentes ser justifi­cados por la fe. La salvación es una gracia de Dios que se nos otorga mediante nuestra confianza en Jesucristo. Esta gracia que nos llega por me­dio del Espíritu Santo que se nos ha dado. Dios es quien sale al encuentro del hom­bre. Renunciemos a la vida de pecado y dejémonos en­contrar por quien de verdad nos ama de manera incondi­cional.

c) Del Evangelio de San Juan 4, 5-42.

El Evangelio de este do­mingo nos refiere el diálo­go de Jesús con la mujer samaritana en el que Jesús desarrolla toda una peda­gogía catequética. La con­versación de Jesús con la sa­maritana discurre desde su sed, que le pide de beber a la mujer, hacia el agua que Él le ofrece a ella, agua vi­va que apaga la sed para siempre y se convierte den­tro del que la bebe en surti­dor que salta hasta la vida eterna. Ese es el don de Dios que ignora la samaritana: la vida en plenitud eterna por medio de la fe en Jesús, Me­sías e Hijo de Dios.

La referencia al Agua vi­va resulta obvia de la lec­tura evangélica del tercer domingo de Cuaresma en relación directa con la pri­mera lectura del Éxodo. El Agua viva es el don de Dios, unido necesariamen­te al conocimiento de Je­sús porque Él es el don del Padre para la salvación del hombre, y que hace alu­sión también al Espíritu Santo, según textos para­lelos y aclarativos que en­contramos en el mismo evangelio de San Juan.

Como tema bíblico, en los libros proféticos y sapienciales el agua es símbolo de los bie­nes mesiánicos y de la sabidu­ría; respectivamente. El Agua, pues, es signo de un don de Dios que es Persona, Cristo Je­sús; es signo del amor del Pa­dre que nos justifica y salva por Cristo y el Espíritu. Agua y Espíritu están en mutua refe­rencia bautismal para regene­ración y vida del que cree en Jesús, de cuantos queremos en esta Cuaresma recorrer de nuevo el itinerario de nuestra fe y renovación bautismales, como preparación al misterio pascual de muerte al pecado y vida nueva con el Señor resu­citado. Oremos juntos por la salud del mundo entero.

Fuente: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nuestro Pueblo.

B. Caballero: En las Fuen­tes de la Palabra.

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