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FE Y ACONTECER

“Levántense, no teman”

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Cardenal Nicolás de Jesús López RodríguezSanto Domingo

II Domingo de Cuaresma 8 de marzo de 2020 – Ciclo A

a) Del libro del Génesis 12, 1-4a.

Abrahán es modelo de toda vocación, al escuchar la voz del Señor camina en la fe y se convierte en el destinatario de una elección totalmente gratuita por parte de Dios, que le llama a salir de Ur de Caldea en Mesopotamia para ir a Canaán en Palestina. En él se va a realizar la unidad de la humanidad dispersada en Babel y el origen del Pueblo de Dios, Israel. Su vocación lleva una promesa-alianza de bendición personal y universal, pero condicionada a su respuesta. La respuesta de Abrahán a la llamada de Dios, fue la obediencia de la fe, dejándolo todo se marchó como le había indicado el Señor.

b) De la segunda carta del apóstol San Pablo a Timoteo 1, 8b-10.

San Pablo, recuerda a Timoteo que tiene que compartir el sufrimiento que causa la lucha por mantener la fidelidad al Evangelio. Que sólo es por iniciativa de Dios que han sido llamados, no por ningún mérito personal. El Apóstol habla del pueblo universal de Dios, la Iglesia, nacido de la fe del patriarca Abrahán, modelo de fe y padre de todos los creyentes. Cristo es la bendición y salvación de Dios para todos los pueblos. Toda la historia bíblica confluye hacia Cristo y se explica desde Él, pues en su persona alcanza plena manifestación el proyecto salvador de Dios.

c) Del Evangelio de San Mateo 17, 1-9.

Jesús escoge a tres de los Discípulos para que sean testigos de la Transfiguración, Pedro, Santiago y Juan, los tres que después presenciarán su agonía en Getsemaní. Jesús quiere instruir a los discípulos, y para una mejor comprensión de su pasión y muerte anunciadas les muestra, un anticipo de la gloria de su resurrección que también le espera.

La narración de la Transfiguración del Señor por los tres evangelistas se sirve de estos recursos propios de las teofanías, tales como: subida a la montaña, lugar de la presencia de Dios; Jesús en medio de Moisés y Elías que representan la Ley y los Profetas, es decir, de todo el Antiguo Testamento, que avala así la mesianidad de Jesús. La narración alcanza su cumbre en la voz del Padre que proclama la identidad de Jesús, “Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escúchenlo” (Mt. 17, 5). Y su mensaje: “Levántense, no teman” (Mt. 17, 7), debe alentarnos a lo largo de nuestra vida, especialmente cuando ésta presenta el lado hiriente de la cruz, cuando nos flaquean las fuerzas y la esperanza. En esos momentos Jesús nos dice “levántense, no teman”, en el horizonte, pero ya presente y actuando por la fe, está el gozo y la gloria de la transformación final, la resurrección que ya anticipa la Transfiguración de Cristo. Una sola condición se nos exige: escuchar a Jesús, mediante la obediencia de la fe y el seguimiento alegre y esperanzado.

El mensaje litúrgico del segundo domingo de Cuaresma es de optimismo radical y de esperanza firme. Jesús es nuestro compañero de camino hacia la luz final, con Él somos capaces de superar la prueba de la fe y experimentar la liberación gratificante de la autorrenuncia y de la cruz en la cuaresma de nuestra vida, en el camino hacia la Pascua; con Cristo, estamos llamados a la glorificación definitiva, después de la experiencia de la Cuaresma de nuestra vida. Dispongámonos, pues, a vivir con autenticidad este tiempo de conversión que la Iglesia nos ofrece.

Fuente: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nuestro Pueblo. B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.

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