Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

EN SALUD, ARTE Y SOCIEDAD

John Rawls, la juventud preserva y corrige la democracia

La justicia es la primera virtud de las instituciones sociales, como la verdad lo es de los sistemas de pensamiento”. Rawls, John. “Teoría de la Justicia”.

Contienen, los “Diálogos sobre la religión natural” de Hume, un escepticismo que para Michael Waltzer es “disposición a resistir la tentación del triunfo filosófico y a renunciar a la afirmación coral”.

Recurriendo al principio sustractor positivo de los conceptos de libertad de Isaiah Berling (1909-1997), lo tipifica de «capacidad negativa». En sus prismas biselados, el neoliberalismo robusteció sus fisionomías, saltando de lo filosófico a lo político y desde este, a lo jurídico, donde redactó esa desregulación legislada que fomenta el “Estado mínimo” de Nozik.

¿El resultado?, la función estatal reguladora minorada. “Llaissez faire, laissez passer” que des articula la protección colectiva y fomenta la anomia. ¿El efecto social? Ciudadanía destruida, entidades reguladoras veleidosas, funcionariado insurrecto.

¿La respuesta social? El castigo y descreimiento juveniles, ocurrido en La Plaza de la Bandera. Trascendió el espectáculo en que políticamente fue “resuelto”. Acto reactivo de las juventudes, expresión del instinto básico de supervivencia natural ante la ingestión, registro y asiento de déficits cotidianos y crecientes en sus satisfacciones sociales, espirituales y económicas.

Agnosticismo sociopolítico encarnado en rechazo práctico ya cuantificado; disenso ostensible ante el generalizado desistimiento del carácter ético en el servicio público. Metáfora colectiva frente a la reducción de los derechos y oportunidades, la deformación del rol del gobierno del Estado. Acto de condena pura, llano.

¿Sus causas? La “contención” operada en la justicia y la administración estatal.

Para Michael Waltzer, “contención” significa desistimiento de los roles, normas y plazos constitucionalmente definitorios y regulatorios del Estado, sus poderes, actores y ciudadanos. “Los jueces deben mantenerse tan cerca como les sea posible de las decisiones de la asamblea democrática”, dice. Agregamos: también el funcionariado.

Desistimiento es abandonar los “deber ser” institucionales. Su expansión generalizada generó ese reverso en las obediencias juvenil y ciudadana: reto del estado de situación sentido, interiorizado como frustrante. Declarado en la Plaza de la Bandera (ágora y territorio) sin la conducción de alguien y sin previsión de espectáculo; suma de experiencias individuales socializadas en lo gregario; presencia colectiva testificando su calidad de pueblo que, clamando por preservar la democracia, la corrige abominando del actual amasijo de desprotegidas esperanzas.

Despertó de súbito, el espacio dormido para trascender, superando y desautorizando a la representación política, liderazgos y a la justicia. Se reconoció fuente del poder legítimo.

Su potente acción correctora no provino de jueces ni del constitucional. Representándose a sí, el soberano reactivó su facultad de mandato, en directa democracia.

Sin aspirar a incidir sobre lo legislativo o lo jurídico, increpó a jueces, legisladores y servidores. Asumió la facultad reactiva-correctiva de soberano convencido de vivir una democracia entrampada, acorralada y frisada entre los valladares e inoperancias de los poderes, representantes y el funcionariado.

Corrección popular al intento de encarroñar la democracia. Advertencia al despropósito de contener —en lo social, económico y jurídico— el avance de ese patrimonio esperanzado de bien común, trono álgido de una justicia entendida en sus dimensiones distributiva y garantista de igualdad ante las leyes, las oportunidades y los sueños, como la configuraron los padres fundadores, el constitucionalismo moderno y la reiteró John Bordley Rawls.

Tags relacionados