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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Participar en política, compromiso creyente

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

Si lo que enseña la Iglesia nos protege o nos libra de las preguntas de Jesús, lo estamos entendiendo mal.

Con fina ironía, Jesús les critica a sus discípulos que sean capaces de entender "el aspecto del cielo y la tierra", los llama "hipócritas" y luego les pregunta a ellos y nosotros: "¿cómo es que no saben interpretar el momento presente?". Finalmente, remacha el clavo con otra pregunta: "¿por qué no juzgan ustedes mismos lo que se debe hacer?" (Lucas 12, 54 - 57).

Nuestros obispos nos han exhortado a fundarnos en otros valores y elegir otras prioridades para lograr una sociedad más justa y humana.

Los creyentes necesitamos preguntarnos ¿qué debemos hacer? En ese orden, creo que lo primero es intentar conocer lo que está pasando. Un pequeño análisis nos revelará que enfrentamos problemas enormes, tan grandes que no se revolverán limitándonos a elegir a fulano o sutano. Entiéndaseme bien, sin duda participar responsablemente en las elecciones nacionales es importante, pero no basta, es necesario involucrarse permanentemente en algo mucho mayor, duradero y exigente: buscar el bien común.

Los creyentes tenemos que ser parte de ese esfuerzo junto a otros, muchos de ellos mejores que nosotros. ¿Cómo se explica que, por un lado, nunca haya habido en nuestro país más laicos y laicas organizados y por otro y simultáneamente, las encuestas internacionales coloquen a nuestra sociedad entre aquellas con los mayores índices de corrupción? Surge el interrogante: ¿por qué tan poca incidencia de los creyentes en la honestidad pública?

Una primera explicación es la manera individualista y legalista de concebir la salvación. Muchos creyentes conciben la salvación como un asunto de cumplir normas preestablecidas a las que el Todopoderoso corresponderá otorgando una salvación individual en la otra vida. Tenemos una idea de Dios, que nos autoriza a ignorar lo que está pasando a nuestro alrededor.

Nada afecta la vida de nuestros hermanos, especialmente los pobres, como las grandes decisiones nacionales, políticas y partidistas. Necesitamos volver al Dios revelado por la Palabra que le pregunta a Caín: "¿dónde está Abel tu hermano?" (Génesis 4,9). Desmontemos nuestra falsa piedad con esta pregunta de San Juan: "¿Cómo puedes amar a Dios a quien no ves, si no amas a tu hermano a quien ves? (1a Juan 4, 20).

El autor es Profesor Asociado de la PUCMM, mmaza@pucmm.edu.do

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