Fe y Acontetecerer
“Dichoso el que camina en la voluntad del Señor”
VI Domingo del Tiempo Ordinario 16 de febrero de 2020 – Ciclo A
a) Del libro del Eclesiástico 15, 16-21.
Estos versículos exponen el tema de la libertad personal para elegir el bien o el mal, la vida o la muerte (cfr. Deut. 30, 15-20). El pecado, el mal y todos los demás antivalores existentes en el mundo no son obra de Dios ni corresponden a su designio sobre la humanidad. “La sabiduría de Dios es inmensa… y Él conoce las obras del hombre, cuya libertad respeta, porque Él mismo se la dio”. Así explica el Eclesiástico el origen de la muerte y del pecado. Éstos no proceden de Dios, sino de la libertad del hombre para optar por el bien o el mal. Y porque el hombre es libre, es también responsable moralmente ante el dilema bien-mal, muerte-vida. Saber elegir es lo que constituye la sabiduría de la libertad. Por su libre albedrío el hombre se realiza como persona madura, pero sólo si opta por el bien y no por la arbitrariedad egoísta.
b) De la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios2, 6-10.
San Pablo también se refiere a la sabiduría cristiana. Al misterio de Dios que se explica desde la cruz, ahí se encuentra la verdadera sabiduría. El Apóstol no fue el trasmisor de ningún conocimiento humano superior, como ha referido tantas veces, su fuerza persuasiva procede del Espíritu y es el Espíritu el que dio a los Corintios la sabiduría misteriosa de Dios. Para acercarse a este misterio San Pablo refiere al profeta Isaías 64, 3: “ningún ojo vio, ni oído oyó, ni mente humana concibió…” haciendo referencia a la Resurrección y completando las palabras del profeta con las suyas: “lo que Dios preparó para quienes lo aman”.
c) Del Evangelio de San Mateo 5, 17-37.
Este fragmento del evangelio presenta cuatro de las seis antítesis contenidas en el Sermón de la Montaña mediante las que Jesús proclama el sentido de la Ley nueva y hay dos frases que constituyen la clave de interpretación de las seis antítesis de Mateo 5, 17-48. Primera: “No crean que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir sino a dar plenitud” (v. 17). Por tanto, las fórmulas antitéticas en labios de Jesús no son palabras de un revolucionario sin control, que arrasa con el Antiguo Testamento, es decir la Ley y los Profetas, sino que le dan plenitud y profundidad. La segunda clave sería: “Se lo aseguro: si no son mejores que los letrados y fariseos, no entrarán en el Reino de los cielos” (v. 20). Esta fidelidad mayor es la diferencia que señala Jesús entre los miembros de la Sinagoga y los de la Iglesia.
Este domingo se leen las cuatro primeras, referentes a estos temas:
Homicidio (vv. 21-26), afirmación de la vida humana y del derecho a la misma. Jesús condena no sólo la privación de la vida física, sino incluso toda acción o sentimiento de malquerencia, hasta el punto de establecer el amor al prójimo como condición previa para el culto auténtico a Dios. Adulterio (vv. 27-30), afirmación de la plena fidelidad conyugal en el amor. Es inmoral no sólo el hecho consumado, sino también el deseo, es decir, el adulterio de corazón.
Fuente: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nuestro Pueblo. B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.