Tristeza y melancolía, fuera de la casa mía

Érase una vez un santo cuyo trabajo era hacer felices a niños, adolescentes y jóvenes pobres y abandonados. Para eso se servía de trucos y de magia. Ese es Don Bosco, cuya fiesta el 31 de enero, está dedicada también a los magos.

Embobaba a los muchachos, dejándolos con la boca abierta con sus trucos y actos de magia. A los nueve años, tuvo un sueño mágico en que vio cómo los lobos se convertían en mansos corderos. Su labor educativa con los muchachos más difíciles estuvo encaminada a hacerles comprender que sus sueños y aspiraciones podían hacerse realidad.

El deporte, el teatro y la alegría eran parte del mundo mágico del oratorio creado por Don Bosco, donde el amor descarta la represión y los golpes. De Don Bosco es la expresión: “Tristeza y melancolía, fuera de la casa mía”. Donde está Don Bosco y los salesianos, ahí hay alegría y un clima de familia.

Desde niño, Don Bosco fue un genio de la magia e hizo de su trabajo educativo un juego divertido. En la esencia de la magia educativa de Don Bosco, está un clima de familiaridad y de alegría. El Sistema Preventivo salesiano acompaña a los jóvenes en su formación humana y espiritual, para lograr que se integren a la sociedad como buenos cristianos y honrados ciudadanos.

La meta final es lograr la transformación positiva de cada joven, para hacerlo un buen cristiano y un honrado ciudadano, alejado de la corrupción y la maldad.

Sólo la alegría verdadera, la que surge de las cosas bien hechas, es capaz de abrir la vida al mundo maravilloso de la magia que contagia positivamente, que es un regalo de Dios. La santidad es posible a través de la alegría. Así decía Don Bosco: “Nosotros hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres”.

¿Posible que alguien llegue a ser santo a través de la alegría? Sí, es posible. Don Bosco lo demostró formando muchachos que servían de ejemplo para la sociedad y cuya alegría contagiaba el ambiente humano en que se desenvolvían.

También hoy se puede ser santo estando siempre alegres, con la santa alegría que brota de un corazón puro.