PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA
Oro y el Señor no me hace caso

No se asuste; yo tampoco tengo respuesta para su válida pregunta. Cójale miedo a la gente que habla Dios como si se sentaran en su Junta de Directores y fuesen sus asesores. Algunos hablan de Dios como si fuese un jarabe que todo lo cura y ellos envasaron. Al tratar de los asuntos de Dios, la Escritura nos aconseja el respeto. Cito a Pablo en Romanos 11, 33 a 36: “¡Oh, profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos! Pues, ¿quién ha conocido la mente del Señor? ¿O quién logró ser su consejero? ¿O quién le ha dado a él primero para que se le tenga que recompensar? Porque de él, por él y para él son todas las cosas. A él sea la gloria para siempre. Amén.”
La pregunta que encabeza este artículo también se la planteó San Agustín (Ü 430) que manejaba el latín con destreza de retórico: “Cuando nuestra oración no es escuchada es porque pedimos aut mali, aut male, aut mala. Mali, porque somos malos y no estamos bien dispuestos para la petición. Male, porque pedimos mal, con poca fe o sin perseverancia, o con poca humildad. Mala, porque pedimos cosas malas, o van a resultar, por alguna razón, no convenientes para nosotros”. (La ciudad de Dios, 20, 22).
Nos frustramos porque comprendemos al pie de letra la afirmación de Jesús, “pidan, y se les dará, llamen y se les abrirá” y otras similares. Me convence bastante, la versión de Lucas 11, 13 “¡cuánto más el Padre del Cielo dará espíritu santo a los que se lo pidan!” ¿Razona bien quien se desilusiona por recibir Espíritu Santo en lugar de lo que está pidiendo? ¿Qué es más importante, que Dios me conceda lo que le pido, o que yo tenga un corazón para recibir lo que Dios y la vida ya me están dando?
Quien vive, respira; quien cree, ora. Pero el verdadero escándalo no es que creamos tan mal en Dios, sino que Dios crea tanto y tan bien en nosotros. ¡Nos encarga la creación! “Llenen la tierra y sométanla” (Génesis 1, 28).
Todo el que reza con verdad al Señor, experimenta al Señor rezándole.
