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Camila y Abigail reviven

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Yvelisse Prats Ramírez De PérezSanto Domingo

Camila Henríquez Ureña y Abigail Mejía: dos nombres, dos mujeres, dos intelectuales, dos generaciones, que cuyos méritos claman por reconocimiento en este país en que la historia es adulterada o desconocida.

Me dio un brinco el corazón cuando leí esos nombres, para mí venerados, en los titulares de los diarios, que anunciaban que la Feria del Libro de este año estará dedicada a estos dos grandes valores de la patria.

Pensé, de inmediato, cuán certero y pertinente es la elección de esta dedicatoria, ahora, en el preciso tiempo en que los feminicidios y las otras violencias contra nuestro género parecen proclamar un desprecio, más que patriarcal, yo diría que salvaje y troglodita, contra nosotras, las mujeres.

O sea, las madres que dan vida, las criaturas humanas a las que las constituciones y leyes otorgan, hace tiempo, derechos de igualdad que se mantienen solo como retóricas proclamas, sin que se ejerzan en realidades de la vida social, económica y política: en la práctica, por más que estudiemos, y trabajemos, por más hipócritas declaraciones gubernamentales, por más Ministerio de la Mujer que se creen, seguimos siendo, a los ojos de muchos varones, propiedad exclusiva de ellos.

Las dos mujeres a quienes en este 2020 conocerán muchos dominicanos que ignoran sus talentos y méritos, fueron, no solo seres humanos talentosos e ilustrados, sino guerreras enérgicas, convencidas y audaces que proclamaron urbi et orbe sus criterios feministas.

No conocí personalmente a Camila, aunque nació aquí, hija de otra mujer extraordinaria, Salomé Ureña, vivió la mayor parte de su vida en Cuba, donde se desarrolló como escritora, feminista, y en la carrera que privilegió, la educación.

La admiré, tardíamente, al leer algunas de sus obras, sus estudios sobre Hostos, sobre el feminismo, sus estupendos escritos sobre lengua y literatura.

Un juicio de ella ha guiado mi práctica política femenina. Camila, tan modesta como su hermano Pedro, se volvió osada al hablar de la subordinación de la mujer; así afirmó que, “el recuerdo de una inferioridad secular nos impulse a construir un orden donde no exista la inferioridad”.

A Abigail Mejía sí la traté directamente. Aunque estudió, y se casó en España, cuando la conocí vivía en casa de su madre, en la calle hoy llamada Salomé Ureña. Fui amiga de su único hijo, Abel, un poeta escritor y educador que honró la herencia de su madre.

Su Ideario Feminista me acompaña, la cito a menudo, una de sus “ideas” la repito, me emociona y me enorgullece: “Las mujeres podemos hacer todo lo que los hombre hacen, menos la guerra; las que damos la vida no podemos quitarla”.

Espero que, al igual que algunos textos de Camila, este “Ideario” de Abigail se reedite, no solo distribuirlo en la Feria, sino también que sea material de lectura en todas las escuelas del país.

Camila y Abigail pueden guiarnos con su prédica y su ejemplo a continuar nuestra lucha por una cultura de paz, que solo se obtendrá cuando hombres y mujeres nos unamos en el fin común del bienestar compartido, en un modelo nuevo de sociedad.

En las actividades de la Feria del Libro de este año, Camila y Abigail reviven. ¡Bienvenidas sean!

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