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EN SALUD, ARTE Y SOCIEDAD

“Xenobots”, poder, cultura y desocialización

No es ciencia ficción, es ciencia dura: esa que arroja saberes nuevos diariamente. La revista “Actas de la Academia Nacional de Ciencias” de Estados Unidos incita este anclaje derivativo. El pasado 13 de enero publicó un estudio de científicos de la Universidad de Vermont sobre un modelo que crea “máquinas vivientes”, “formas de vida completamente nuevas”, reutilizando células “raspadas de embriones de rana”, re ensambladas computacionalmente. Las bautizaron “Xenobots”. Como células madre, van hacia objetivos, asumen funciones regenerativas de tejidos orgánicos, transportan cargas óincluso medicinasó y se curan, re-ensamblándose.

La nostalgia las trae a ruedo: evocan aquello de la re-programación, función orgánica de la vida, inscrita en su código profundo, según estos científicos, aunque ignorada por el poder, los líderes y la sociedad.

A lo social y humano los caracterizan esas funciones: agrupamiento, movilidad, construcción, transportación de contenidos, auto reparación o cura...

Con sus nuevos saberes, habilidades y dispositivos, incluyendo las TICs, la postmodernidad impone otros rasgos: junto a la aceleración del tiempo, la des socialización. El avance global hacia poderíos multi-polares devalúa “tradicionales” funciones, social e individualmente transformadoras. Así, cambio deviene en crecimiento y, para el individuo, lo perfectible es mera destreza funcional y ególatra, poder desembarazado de toda ética.

Los efectos los siente, fieramente, la cultura. De conjunto de saberes, valores, preferencias y credos compartidos por muchos, pasa a otros, vigentes para pocos. Las redes sociales son el entorno vivencial al costo de una colectivización erosionada, apenas presente en el “output” de una pragmática empírica atrapada en microsistemas garantistas de funciones auto asumidas, de supervivencia y exhibición.

Jamás fue diferente. Pese al romanticismo y la eclosión heroica del sistema Hegeliano, aquel espíritu liberado, diferenciado de lo objetual, expiró bajo la seducción de categorías antípodas: el objeto, la evasión, lo aparente, lo cursi, la vacuidad...

Allí donde intelectuales y artistas reniegan del arte-espectáculo que, financiado por el poder, acogido por el poder y promovido por el poder, critican las aristas feas y duras de los fenómenos sociales y las individualidades, recogemos abulia, silencio y ausencias. Donde otros artes e intelectuales celebran la banalidad y lo cursi como fundamento y expresión, se yerguen idénticos resultados. Un desmonte global: desde la antigüedad, cultura, deporte y política fueron ámbitos de colectivización y pertenencia. Pero ya no.

El mundo multi polar lanza la depredación sobre los desposeídos, dejándolos peor que durante la Revolución Industrial; arrastra a las clases medias a un laberinto de inexistencias, arrodillándolas ante esa cultura de la supervivencia y excelencia funcional, saldo de sistemas educativos enfocados en temporales competencias, masificadas y desligadas del talento.

Poderes, líderes y sociedades reaccionando por instinto, competencias ególatras sólo estadísticamente argumentadas. En su éxtasis numérico y jolgorio a-ético, toda colectividad muere. Su avance deja sepultados y sin rostros los crecientes pobres del planeta en las cacareadas boyantes tasas del PIB per cápita mundial.

Las células no olvidan su código morfo genético, pese a esto; su fin esencial: organizarse y actuar para producir resultados esperados; aun sean células madre de ranas. Las sociedades, sus organizaciones, el poder y los liderazgos, al parecer sí.

La pesadumbre y su violencia asoman, son consecuencias a esperar.

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