Bolivia y vecinos

¿Qué es lo que hace que las personas cuando llegan al poder se quieren quedar en él infinitamente? Recuerdo como si fuera ayer a los bolivianos cuando recibieron a Evo. Necesitaban un cambio, los indígenas necesitaban hacerse sentir y salir de la pobreza extrema y Evo marcó el camino para que el cambio se hiciese realidad y ahora, otros han de hacerse con la idea, actualizarla modificando parámetros a través de nuevas políticas sociales.

Evo Morales ha sido el mandatario con más años en el poder de todo Latinoamérica y esa actitud no le es propia, como tampoco le va el hecho de haberse exiliado a México puesto que convocando nuevas elecciones como le pedía el pueblo era suficiente.

Pero, el ejército le ha vuelto la espalda y sin esta fuerza pierde toda su fuerza, a pesar de que le escuché decir más de una vez que quien le da la fuerza es el pueblo boliviano.

La denuncia de que las últimas elecciones podrían haber estado fraudulentas, las que precisamente habían de darle un nuevo mandato hasta el 2025, ha sido lo que le ha dado la vuelta a la tortilla y si ha decidido marcharse es porque lo abandonó el ejército.

Problemáticas parecidas han tenido Nicaragua, Ecuador, Chile, Colombia y, por supuesto Venezuela, países donde el ejército ha apoyado a sus mandatarios a pesar de sus dictaduras y aún continúan en el poder.

En esta contemporaneidad, un precedente fue el del expresidente Correa de Ecuador cuando gobernando con un autoritarismo exultante también tuvo que enfrentarse con los indígenas contrarios con la minería a gran escala y con la policía a la que tuvo que depurar y sin razones convincentes clausuró el 50% de los medios de información privados entre periódicos, emisoras de radio y canales de televisión.

Hoy el temblor lo ha producido el gobierno actual cuando anunció la reducción de subsidios al combustible, un hecho que hubiera comportado una subida de los carburantes y un gran impacto en los ingresos de la población.

Las protestas y las manifestaciones populares han logrado que se retirara la decisión.

Las democracias débiles, las fisuras económicas, la desigualdad y la desconfianza son el denominador común de toda esta agitación iniciada en Perú el septiembre pasado cuando su Presidente disolvió el Parlamento de mayoría fujimorista por negarse a reformar el mecanismo que sirve para escoger los magistrados del Constitucional, un hecho que hubiera dado ventaja a la oposición. También en Nicaragua, donde finalmente se prohibieron las protestas cuando estas derivaron con la petición de renuncia del Presidente.

La gota que hizo rebosar el vaso fue la subida del precio del billete del metro en Chile. A pesar de que la medida fue retrocedida, una democracia que parecía estabilizada ha conducido a miles de chilenos a la calle con la destrucción de bienes públicos y privados.

Y, ahora, Colombia, donde a un Presidente con políticas conservadoras, le será bien difícil contentar entre marchas y altercados una sociedad descontenta de hace tiempo.

En algunas regiones, además de respirarse una nueva atmosfera xenófoba, la ambición contra la democracia contabilitza ya decenas de muertos y centenares de heridos.